En una producción Ake Music realizada en el estadio de Villa Crespo, el notable grupo británico liderado por Jim Kerr concretó el mejor de sus tres conciertos visitando Argentina, un show que incluyó los temas que convirtieron a esta banda en gran referente del rock mundial a fines del viejo milenio.
(Capital Federal – Viernes 02 de Mayo de 2025) A finales del año 1985 Charly García y Pedro Aznar estaban en New York grabando el recordado EP “Tango”, un proyecto que recibió críticas bastante lapidarias, pero que paradójicamente con el paso de las décadas no solo sería reivindicado por los medios, sino visionario en un montón de conceptos aludidos en las letras de esos seis tracks incluídos en aquél vinilo/cassette publicado por CBS a fines de aquél año. En el tema “Angeles y Predicadores”, una maravillosa letra en la que el bigote bicolor aludía a los pastores o evangelistas televisivos que buscaban con sus apariciones en la pantalla chica seducir incautos en el mundo de la fe, aparecía en un estribillo ubicado detrás de los coros la expresión castellanizada “donchu”, término que aludía a la canción que más estaba sonando en las radios por esas semanas en la principal capital del mundo. El tema compuesto por Keith Forsey y Steve Schiff para la película “The Breakfast Club”, film conocido aquí en Argentina como “El club de los cinco”, fue una composición creada específicamente para ese largometraje, canción que se le ofreció inicialmente a Bryan Ferry y Billy Idol, quienes la rechazaron casi de inmediato. Forsey la había escrito pensando siempre en el grupo “Simple Minds” y finalmente consiguió la aprobación de esa banda para grabarla, obra que se convirtió en un hit a los pocos días de publicada. Ese tema es “Don’t You (Forget Abour Me)” (No te olvides de mí), primeras dos palabras que Aznar y García fusionaron en un mítico spanglish, para aludir a la fuerte influencia que generó la música del Reino Unido con dos bandas como “U2” y “Simple Minds”, formaciones que en esos magníficos tiempos creativos se abrieron paso con una serie de discos que hoy siguen vigentes hasta la actualidad.
Cuatro décadas más tarde, la realidad describe que tanto Argentina como Gran Bretaña subsisten culturalmente más con los recuerdos de esos grandes historiales musicales, que con el bochornoso presente de sus oxidadas realidades, donde la influencia latina creada en laboratorios de marketing en la nauseabunda Miami han dejado al rock casi reducido al tamaño de una pequeña caja de fósforos. “Simple Minds” banda que formaron el cantante Jim Kerr y el guitarrista Charlie Burchill a principios de 1977, luce a sus 48 años de vida tan vigente, seductora y conmocionante como cuando en nuestra nación lo único que se le ocurrió a la prensa especializada de aquél momento fue armar un patético Boca-River con el duelo “U2 vs Simple Minds”, cuando ambos alteraron la modorra de los ‘80s con esos discos tan impactantes como icónicos en el sentir cultural. Afortunadamente, Argentina a lo largo de estas últimas cuatro décadas, pudo disfrutar a la banda con raíces escocesas en tres ocasiones: el 17 de septiembre de 1995 en el viejo Estadio Obras, el 2 de diciembre de 2005 en un “Personal Fest” desarrollado en un predio de Puerto Madero y anoche, una llegada celebrada por sus incontables fans, gracias a esa mágica y maravillosa curaduría que ejerce en la industria de espectáculos el empresario y productor Aquiles Sojo, alguien que siempre se manifestó por evitar las opciones fáciles y generar recitales de numerosos artistas que otras productoras jamás se animaron a traer a Buenos Aires. Si la numerología mantiene sus parámetros, habrá que esperar hasta el 2035 para volver a verlos, nó?, con ese mágico yeite de tocar en nuestro país en los años terminados con el número cinco.
La banda escocesa arribó al país el miércoles a la noche con dos lanzamientos recientes: por un lado el documental “Simple Minds:Everything is posible” (2023), completado con su nuevo álbum en vivo “SM Live in Ámsterdam”. A casi cinco décadas de su arranque en los pubs de ese fragmento del Reino Unido, el grupo que lideran Jim Kerr y Charlie Burchill llega acompañado por Gordy Goudie (guitarra rítmica y coros), Ged Grimes (bajo y coros), Eric Ljunggren (teclados y secuencias) y las dos damas que aportan gran tonalidad femenina con Cherisse Osei en la batería y Sarah Brown, una corista de escasos movimientos en escena, pero con un caño en la garganta que podría llegar al otro lado del estadio sin amplificación eléctrica. Sin inmutarse por la realización de este concierto en un feríado nacional, con todo lo que eso significa para movilizarse y luego regresar a sus hogares, las 13 mil personas que agotaron los tickets disponibles en el moderno court de la calle Humbolt, disfrutaron en esas dos horas del mejor recital del grupo en esa tríada de llegadas al punto geográfico sudamericano más ardiente. Que mejor que poder celebrar en el “Día del trabajador” de siete “laburantes” del arte, que ajenos a la histórica jornada no laborable en todo el territorio, ofrecieron un show que desde el primer minuto puso a la gente de pie y con pocos momentos sentada para disfrutar de esos pasajes creativos un poco más distendidos en lo rítmico.
Aunque la publicación “Direction Of The Heart” proviene del 2022, la banda escocesa no tiene la más mínima obligación de oficializarla en este concierto, interpretando durante su recital en Argentina la mayoría de sus éxitos y haciendo hincapié en el álbum “Once upon a time” editado a mitad de los ochenta. Por más que siempre ha exhibido un entusiasmo tan encantador como contagioso, lo del excepcional cantante Jim Kerr anoche superó todo lo esperado, brindándose incansable durante más de dos horas de forma superlativa para no solo cantar de manera fantástica, sino generando un feedback con la gente que desató grandes ovaciones en un concierto tan atractivo y demoledor. El vocalista de Glasgow se sube al proscenio con una remera gris bastante gastada con una estrella en el centro, una campera oscura y unos jeans lavados que no conocen la palabra “plancha”, parece esos amigos que llegan muy tarde a un almuerzo y se pusieron lo primero que encontraron a mano para no perderse la comida, luciendo tan simpático y querible por su desatención estética como por la forma en que arenga a la audiencia apenas arranco el concierto. La entrega del intérprete que ya no cuenta con esa mitológica cabellera, es fundamental para que la fiesta no se apague en ningún instante. Hablando algo en castellano, otro poco en un cocoliche italo-hispano y lo obvio en inglés, Jim Kerr logra que la gente permanezca en un estado de enorme felicidad permanente, lindando con cualquier festejo mundialista.
El bajista Ged Grimes no se queda atrás y cuando menos lo imagina el público, larga la hilarante frase en castellano “vamos a tener una noche copada”, postulado que después los siete integrantes se encargan de refrendar con un set de canciones muy cautivante y poderoso que va de menor a mayor en contundencia. La fiesta arranca con “Waterfront” y desde ese inicio casi puntual a las 21 horas, se suceden clásicos como “The signal and the noise”, “Speed your love to me”, “Big Sleep”, la sensual “Hypnotised”, “This fear of Gods”, previo al innecesario solo de batería de Cherisse Osei para “She is a river”, único momento forzado y poco creíble. En “See the lights”, el gran vocalista presenta a todos sus compañeros, robándose la ovación de turno el guitarrista Michael Burchill, músico que con sus añejas guitarras Gretch y muchísimos pedales interactuando se lleva el mayor reconocimiento de los espectadores, naturalmente luego del destinado al genial cantante, que lejos de creerse el dueño de la velada, sigue remando inclaudicable en el ánimo de la gente, que no puede creer que este fino caballero oriundo del Reino Unido entregue hasta la última gota de sudor para que el recital no baje en pulsaciones ni entusiasmo.
Después de las contagiosas “Once upon a time”, “I Wish you were here” y en especial la recordada “All the things she said” llega el tema más esperado del concierto, cuando casi sin presentación encaran “Don’t you (forget about me)”, un hit inoxidable que deparará casi cuatro minutos después uno de los momentos de mayor sincronicidad entre la banda y el público argentino, cuando la gente comience a cantar el coro monofonético del tema tan fuerte que tapa al conjunto anglo en volumen. Jim Kerr alienta firme a esas miles de gargantas para que no paren de cantarlo, pero en un momento empieza a mostrar su mano izquierda a la altura de la muñeca, marcando con sus dedos del lado derecho la presencia de un reloj inexistente, mientras hace el gesto de “apúrense, que tenemos que ir a comer a los camarines”. Entre risotadas, gestos muy pícaros con ese ida y vuelta tan impactante, el tema se estira casi hasta los diez minutos, mientras el vocalista insta a cantar ese pegadizo coro de “la la la la” en otros idiomas, incluído el escocés. La enorme euforia se apodera definitivamente de la gente y hasta el cierre, salvo con la muy climática “Dolphins” en el arranque de los bises, lo demás es pura vitalidad interpretativa con “Someone somewhere in summertime”, los himnos “Sanctify yourself”, “Alive and kicking” y la muy apropiada “Ghost dancing”, para ponerle cierre a un magnífico concierto de principio a fin. Dejando que sus compañeros saluden primero a la audiencia, Jim Kerr apenas con un cambio de remera asume el adiós oficial levantando sus brazos, mientras la multitud se rompe las manos hasta enrojecer fuerte, sumando ovaciones interminables para agradecer semejante entrega personal y artística en una noche inolvidable para los privilegiados testigos de la mejor actuación del conjunto, a treinta años de su primer desembarco porteño cuando el hit de aquella película era la gran llave de código para abrir los corazones de todos sus fans argentinos.
Fotos Simple Minds en Argentina:Diego Fioravanti para Ake Music(Prensa Vicky Roa 2025)