Richard Coleman presentó su álbum “El (in) Correcto Uso de la Metáfora”: La cautivante vigencia del riesgo

El prestigioso rockero oficializó su nueva producción con el “Trans Siberian Express” en un “Niceto Club” agotado varios días antes, algo que obligó a sumar una nueva fecha para el próximo 10 de diciembre en el mismo club palermitano.

 

(Capital Federal – Domingo 28 de Septiembre de 2025) Ante un “Niceto Club” (Niceto Vega 5510) donde no cabía ni un alfiler, finalmente Richard Coleman presentó formalmente su nuevo álbum «El (in)Correcto Uso de la Metáfora», ante una devota audiencia que colmó entusiasta las instalaciones del club palermitano desde bien temprano. La seductora velada expuso un punto central en la extensa y prestigiosa trayectoria del músico: la decisión de habitar el presente con enorme riesgo y coherencia, sin ampararse en la nostalgia ni en la repetición de fórmulas ya probadas. El guitarrista, cantante y productor es desde hace más de cuatro décadas, una figura decididamente clave en la historia del rock argentino. Su guitarra con todas sus articulaciones definió el pulso post-punk en los años de “Fricción”, atravesó los ´90s con el sonido oscuro de “Los 7 Delfines” y acompañó a Gustavo Cerati en proyectos tan cruciales como “Ahí Vamos” y “Fuerza Natural”. Sin embargo, lejos de quedar fijado en todos esos capítulos, Richard ha construido un camino solista que evita las “imágenes retro”, para concentrarse en renovar un lenguaje que siempre fue personal. En ese sentido, la decisión de abrir este esperado concierto tocando de punta a punta su nuevo disco, bajo la consigna de respetar el  orden original de las canciones grabadas, no fue solo un simple recurso narrativo, sino que constituyó una valiosa declaración estética que tiene mucho que ver con el presente de nuestro rock.

Este álbum en el proscenio de “Niceto” se desplegó como un bloque sólido, muy firme y sin titubeos, con canciones que «salieron caminando» exhibiendo un Coleman bastante más introspectivo, pero también más agudo, capaz de equilibrar con sapiencia una enorme carga de densidad sonora barnizada en locuaz lirismo poético, impactante combinación que fue desplegándose canción tras canción. Entre los puntos más altos del espectáculo estuvieron “Eternidad”, uno de los hits del flamante disco con un riff coreable; la gracia de “Como Antes”, donde la melodía acelerada se deja atravesar por la aspereza de un bajo machacante, que anoche impactaba en el medio del pecho; “Oscuras Intenciones”, otro hit de atmósfera pulsante; y sobre todo «Residencia», una sensual composición que nos deja pensando aquello que «cuando el diablo está en la lengua, mejor ni hablar».

La nueva producción de este calificado compositor incluye el acertado rescate de “Entre Sábanas”, proveniente del disco debut de “Fricción” (1986), track que operó más como un muy fluído diálogo con su propia historia que como un gesto de recuerdo: en ese sentido el artista parece releer su pasado no para exhibirlo, sino para integrarlo a un presente que lo resignifica sustancialmente. El cierre puntual del nuevo registro con “El Buque”, una composición muy inspirada con la participación de la vocalista Lidia Borda, condensó esa idea: el tradicional rock oscuro de Coleman abriéndose sin medias tintas a la voz de una gran mezzosoprano proveniente del tango y la canción popular, en un crossover que evita la fórmula y apuesta a lo inesperado. El resultado de esa conjunción tan desafiante fue un momento tan brillante como sorprendente. La gente en esos casi 40 minutos de concierto enrojeció permanentemente sus palmas aplaudiendo cada cierre de tema, sorprendida por la sincronicidad y devoción con la que la banda desgranó cada una de estas canciones con poco o nulo kilometraje sobre los escenarios.

Demostrando un tenaz planteo sin cabildeos creativos, el segundo tramo del concierto en el proscenio de Palermo profundizó esa lógica. Sin “Los 7 Delfines”, sin “Soda Stereo” o esa heroica pàgina Bowie que es “Héroes”, ausente exprofesamente, el concierto ofreció un show deliberadamente despojado de esas “anclas nostálgicas”. Esa firme renuncia, en tiempos en los que gran parte del rock argentino se sostiene en la repetición de repertorios consagrados, resultó significativa. Está muy claro, Coleman elige a contramano de todas esas referencias bucear en el riesgo: mostrando sin temores el presente de su obra, incluso cuando esto implique desafiar la expectativa inicial de una buena parte de su público. El resultado, en este caso, funcionó de maravillas: la intensidad del solo de Richard en “To Bring You My Love”, aquél cover de PJ Harvey incluido en su álbum de versiones «A Song is a Song» (2012); la magnética electricidad compartida con Carca en “Fuego”, el cierre con la base hipnótica de la distópica «Días Futuros» y hasta la inusual bajada de decibeles para los esperados bises con los pulsos densos de «Desechos Cósmicos» e “Incandescente”,  fueron recibidos con muchísimo fervor por un público que acompañó esta propuesta aprobando entusiasmada todos los gestos del artista.

La única concesión dentro del show al pasado anoche fue “Para Terminar” (Fricción), manteniendo a Carca como guitarra invitada, dentro de ese revolucionario fresco sonoro que lució como una pieza absolutamente integrada al discurso conceptual del artista, más que un forzado recuerdo de época. La banda que lo viene acompañando hace más de una década y media, el “Trans-Siberian Express”, asoma nítida como parte central de esta construcción de dicho sentido. Con Daniel Castro (bajo) y Gonzalo Córdoba (guitarra) como arquitectos del andamiaje instrumental, Diego Cariola (batería) y Bodie (teclados)  aportando ritmo fuerte y ricas texturas, respectivamente, el anfitrión reiteró como viene aconteciendo en sus espectáculos al productor Juan Blas Caballero, contramaestre que con sus sampleos y programaciones reforzó el químico puente entre estudio y escenario de estas obras seleccionadas. Richard no se rodea de músicos de apoyo: se sostiene en un colectivo sonoro que piensa y expande sin cadenas su música. La participación de Flopa Lestani, aportando coros y guitarras, subrayó además la vital importancia de abrir la obra a otras voces y sensibilidades de peso propio.

 

Lo sucedido anoche en una volcánica performance en “Niceto Club” no es casualidad ni fruto de una circunstancia accidental. En un panorama donde el rock argentino atraviesa una evidente crisis de identidad y visibilidad, marcada por el inevitable envejecimiento de sus referentes, sumado a la falta de renovación generacional en la escena mainstream y la previsible emergencia de nuevas escenas de consumo masivo, la propuesta de Coleman adquiere un valor tan singular como conmocionante. Mientras el trap, el reggaeton y las variantes de la música urbana hegemonizan monopólicamente el consumo cultural de las nuevas generaciones, con discursos y estéticas decididamente alejadas del rock, Richard en un acto tan arriesgado como carente de artificios responde impiadoso desde otro lugar,  reivindicando el riesgo artístico, sosteniendo sin ningún tipo de temores o preocupaciones un lenguaje heredado del post-punk y el rock alternativo, dos tendencias actualizadas para estos tiempos que corren delicadamente perfumadas de una mirada contemporánea.

Esa inocultable tensión también puede leerse en clave generacional. Para una parte del público joven, el post-punk aparece hoy como un terreno redescubierto a través de esos revivals globales que significan en este tramo del nuevo milenio los retornos de bandas como “The Cure” o “P.I.L.”. En ese contexto, Richard Coleman, que fue sin dudas parte de la primera oleada en Argentina, ofrece una particular lectura distinta: no la nostalgia de un estilo, sino su permanencia como sensibilidad estética. Por eso en su música conviven la oscuridad, el pulso eléctrico y la densidad lírica, pero no como una mera cita vintage, sino como testimonio de una continuidad vital. Este certero gesto cobra aún más sentido al situarlo dentro de la escena actual. Mientras los regresos parciales, presenciales o con una inserción operativa virtual con los casos de Los Piojos y Soda Stéreo, terminan en esta época agotando a lo pavote varias funciones en minutos, un solista encumbrado como Fito Páez capitaliza automáticamente su vigencia revisitando una y otra vez sus clásicos con nuevas lecturas, mientras que Babasónicos se mantiene en el centro de la escena con su eterno pop moderno. La última década nos permite testimoniar a una banda como “El mató a un policía motorizado”, renovando el vínculo emocional con un público joven desde la independencia, o proyectos emergentes desde el indie como “Winona Riders”, que reinterpreta el post-punk con claves generacionales propias como la música tecno, llevando aquel pulso oscuro y eléctrico hacia las nuevas audiencias, tan curiosas como faltas de memoria sobre lo ya sembrado varias décadas antes.

 

 

Ante esa confluencia de conductas que exhalan dentro del mapa un contexto muy diverso y fragmentado, la propuesta de Richard Coleman funciona como un recordatorio: el rock argentino no necesariamente debe sobrevivir en “modo museo”, ni en la repetición ritual de sus glorias pasadas, aunque esto sea lo más redituable a nivel económico. Está claro que puede seguir siendo contemporáneo si asume el riesgo de la creación y el diálogo con su tiempo. El recital de anoche en “Niceto Club” no fue únicamente una tradicional “fiesta de presentación”, sino más bien la confirmación que desnuda en épocas hipócritas que alguien como este músico, que fue distinguido por la legislatura porteña por su aporte cultural, hoy sigue siendo uno de los pocos músicos capaces de asumir el presente «sin disfraz», entendiendo que el verdadero legado sonoro no se custodia desde la nostalgia, sino desde la inapelable capacidad de seguir creando cueste lo que cueste sin preocuparse por los previsibles prejuicios o críticas. Afortunadamente, los “días futuros” volverán más temprano que tarde, tras el festejado anuncio del propio del artista durante el concierto de sumar otra fecha el próximo 10 de diciembre sobre el mismo escenario, un tradicional show de fin de año con fans y amigos, demostrando que la soñada innovación musical no precisa de forzados procesos de “cataforesis creativa” ni del tentador e insufrible botox del marketing.

 

Fotos Richard Coleman (Niceto Club 27 09 2025): Alejandra Bredeston (MGMT RC) // Polaroid Digital  Show RC NC 27 09 2025: Fabián Loyato (Noticias 1440)

Edición Digital Definitiva: Gabriel Imparato (Editor en jefe – Noticias 1440)