La oficialización del álbum doble “Pura Adrenalina” fue literalmente una “masterclass” del rubro, con un anfitrión muy carismático y espectacular que piloteó con inteligencia y equilibrio una tórrida velada en el clásico club palermitano con localidades agotadas.
(Capital Federal – Domingo 05 de Octubre de 2025) Cerrando una semana con algunas apariciones promocionales, una escucha de su nuevo álbum para medios y una gran firma de discos en el Abasto Shopping, finalmente anoche Bahiano concretó un esperado show en “Niceto Club” (Niceto Vega 5510) destinado a oficializar “Pura Adrenalina”, su doble vinilo en vivo grabado en el Teatro Coliseo el pasado 8 de noviembre. Con las localidades totalmente agotadas varios días antes y sin chances por cuestiones de agenda de agregar a la anunciada otra función más en el club parlemitano, el cantante y compositor Fernando Javier Luis Hortal, mucho más conocido como el “Bahiano”, desarrolló ayer una de esas grandes actuaciones que rompen con la monotonía que respira el panorama musical en los últimos años, entre «featurings» gestados desde el marketing de una oficina en Miami y una cantidad de adolescentes beboteadoras que no pegan una nota ni con cemento de contacto.
El reggae, un estilo que llegó desde Jamaica y Londres en los años ‘70s, a cincuenta años de su momento cumbre, hoy es un género que sobrevive en una muy reducida cantidad de figuras que lo siguen componiendo e interpretando con la pasión de siempre. La cuestión es que desde principios de la década pasada, el sincronizado arribo del reggaetón y toda la gama de atrofiadas configuraciones que destila el estilo urbano, el panorama artístico en el país dejó de ser algo realmente interesante para transformarse en la última década y media en un grasiento hormiguero de intérpretes y sonidos descartables, tiempos donde los jóvenes ya no escuchan lo que les gusta sino lo que sus celulares le recomiendan oir. El rock, el pop y otras tendencias se debaten desigualmente contra este macdonalizado contexto, donde la mayoría de las letras de este género de moda, vomitan sin la menor vacilación incesantes e infinitas alocuciones denostativas de la mujer, con un discurso latino tan misógino como discriminador que no parece recibir quejas de ciertos sectores seudo progresistas que hacen la vista gorda ante líricas patéticas.
Hacer reggae en Argentina, parece tarea de muchísimas menos personas que a mediados de los ‘80s, cuando el estilo vivió una gloriosa etapa de consolidación. En la actualidad de cada 10 grupos que deciden vivir de la música, cinco se dedican a la cumbia holográfica, tres se vuelcan por el rock duro, uno lo hace abocado al pop y el diez por cienteo restante conforma el porcentaje de intérpretes que puede recalar en el jazz o el reggae, según sea la situación o estructura motivacional de los involucrados. Por esas cosas del destino, el género que cultivaron próceres como Bob Marley o Peter Tosh hace cincuenta años luce actualmente anémico de nuevas figuras, porque además muchos de los adolescentes que aprenden a tocar un instrumento, prefieren recalar en el género urbano, tan de moda ahora como en su momento lo fueron las canchas de padel, los parripollos o los locutorios. Para mal de males, quienes consumen esta música se encuentran con aquellos que volcados al género convierten a sus apariciones en irrefrenables degustaciones en vivo de cannabis, lo que convierte a esos espectáculos en insufribles convenciones de idiotas fumados, que no les importa realmente un carajo lo que está sonando de fondo, mientras todos ellos fuman enloquecidos infinitos porros sin parar.
Durante 17 años, Bahiano no solo fue el cantante y líder de “Los Pericos”, sino el claro referente de una tendencia que se maravillaba con las sensacionales actuaciones que el vocalista concretaba al frente de este grupo, una formación que fue creciendo firme sin pausas hasta principios del nuevo milenio. Desgastado en este comienzo de siglo, resistió hasta donde pudo la gama de voces que rodeaban a sus compañeros de banda para quitarle ese protagonismo alcanzado, cuando el negocio era sumarse a la corriente de músicos que decidió respaldar cierta situación político-social imperante previa a la trágica masacre de Cromañón, esa que tiene a sus responsables cantando de lo más divertidos bajo el feo e insulso nombre de “Don Osvaldo”. Fernando Hortal un día tomó la decisión y anunció su partida de “Los Pericos”, meses donde la demonización de su persona creció amparada en la presión que algunos del entorno de la banda concretaron para hacerlo quedar como ese gran “villano de película”. Con él simultáneamente se marchó su hermano, por entonces manager del grupo, y de la noche a la mañana el calvo intérprete asumió que por ciertos hechos no provocados, estaba naciendo de esa forma su inesperada carrera solista.
Curiosamente y aunque no profesaran el mismo estilo o género musical, aparece lógico y entendible aplicar el paralelismo de “Los Pericos” con esas bandas que tiene un cantante tan icónico como carismático, en este caso con la recordada banda “Supertramp”, grupo de rock progresivo que creció de la mano de los hits interpretados por Roger Hodgson en los años ‘70s. A principios de la siguiente década, el cantautor inglés, harto del incómodo trato que sostenía con su compañero Rick Davies (recientemente fallecido), armó rápido sus valijas y se marchó, entendiendo que podía construir su futuro sin necesidad de pasar malos momentos, sabiendo que su voz en buen estado era lo único que necesitaba en esa situación para construir una carrera digna de su prestigio. Así nació su mundo solista con nuevas canciones y aquellos clásicos que había consolidado junto a sus compañeros, los cuales podía cantar sabiendo que la identificación de esas canciones con su voz no estaba en duda a la hora de interpretarlas en vivo. Hoy Hodgson sigue como solista, mientras que Supertramp es un bellísimo recuerdo de una fantástica banda, con un integrante muerto y el resto separados por juicios de derechos de autor, divergencias de ideas o conductas ocurridas en el inicio de los ´80s.
Resulta obligatorio recalar en esta explicación, porque cuando “Los Pericos” perdieron a su cantante y figura icónica en el 2004, inmediatamente iniciaron velozmente una etapa de reformular sus canciones, arreglos y salir de cualquier cosa que recordara los tiempos de su legendario vocalista. Naturalmente era lógico que el grupo gestara una nueva etapa de independencia con “ese” pasado y buscara nuevos caminos, buscando despegarse de esa identificación que tenían. “Los Pericos” ungieron a Juanchi Baleiron como vocalista y líder del conjunto, la por entonces esposa de este músico asumió como nueva manager del grupo y así llegaron nuevos proyectos, tanto proponiendo material nuevo como con todas las remodelaciones que ese repertorio recibió en los últimos veintiún años. El conjunto no solo siguió trabajando sin problemas, sino que expandió sus horizontes y se convirtió en uno de las bandas más importantes de América Latina junto a los Fabulosos Cadillacs, pero entre tanta transformación, reconstrucción o relecturas de sus canciones, aquél perfil de “banda de regage pop” que tenían intencionalmente fue mutado a otras cosas muy interesantes, pero que lo separaron de esa identificación inicial. Tal vez otro grupo de artistas podía haber sumado un cantante que se pareciera al “Bahiano” y adoctrinarlo para mimetizarlo con su antecesor, pero Baleiron, los hermanos Blanco y el resto lógicamente creyeron que podían despegarse de ese enorme “fantasma vocal” que representaba Hortal al frente del micrófono.
Del otro lado de la invisible frontera entre sus ex – compañeros y su presente creando un nuevo sendero en la música, Bahiano supo que el “Efecto Hodgson” lo iba a respaldar por el resto de su carrera. Las canciones de “Los Pericos”, además de incluirlo como uno de sus principales compositores, llevan el perfume de su garganta y cuando alguien escucha esos temas en vivo, difícilmente se ponga serio a pensar donde están Juanchi o el “Topo”, porque esas canciones tocadas como son, indudablemente conducen al recuerdo emotivo de aquél grupo, aunque la totalidad de sus ejecutantes cuando uno mire al escenario ahora brillen por su ausencia. Al cantante calvo que inició su carrera haciendo temas a mediados de los ochentas con los hermanos Satragno (el grupo «El Signo»), le basta con mantener los arreglos originales de esas míticas canciones, para que la gente regrese a ese mundo de reggae-pop que aquél gran conjunto gestó fundamentalmente la década del ’90. Curiosamente, de tanto cambiar los arreglos o sonidos de esas composiciones, en un intento de mostrar la versatilidad que esas obras tienen, “Los Pericos” se transformaron accidentalmente en una “banda que hace covers de “Los Pericos” (sic), sin que esto menoscabe la calidad o prestigio de sus históricos integrantes. Pero el añejo fan, ese que todavía disfruta de aquellos clásicos, en el fondo sabe que disfruta más de un show de Bahiano, porque los temas en la voz de este último, sin dudas conectan con el nítido recuerdo emotivo de aquellas piezas musicales.
Por su parte, Fernando Hortal, al que nadie salvo llama así salvo su extremo círculo rojo o aquellos que lo conocieron en su arranque artístico, entendió dos cosas inmediatamente “divorciado” de “Los Pericos”: primero que podía-en caso de querer hacerlo-mantener en su repertorio las canciones que había cantado durante 17 años con su anterior banda, pues nada lo impedía o conspiraba para hacerlo si su voluntad era esa. Pero lo más importante fue entender que desde ese momento, a todas aquellas canciones inolvidables que habían construído su imagen de legendario intérprete, podía sumarles otras ahora desde un nuevo camino creativo, en este caso como solista, entendiendo inmediatamente que los temas de flamante concepción podían completar aquella edificación de repertorio a la hora de salir a cantar solo después de más de una década y media acompañado por sus compañeros de estudio o shows alrededor del país. Respaldado fuerte en esos momentos por Sony Music Argentina y todos los directivos que entendieron que el cantante podía construir un futuro musical tan rico y seductor como lo hecho antes, el Bahiano supo crear varios álbumes donde asomaron sin cavilaciones varias canciones que de inmediato pidieron pista para los shows del músico.
Alternando su rol como cantante, con el de conductor televisivo o radial, el vocalista hizo gala de sus buenos oficios como compositor, secundado por buenos instrumentistas, tarea que lentamente le permitió ir colocando singles en las radios, señales de videoclips y años más tarde en las redes o plataformas digitales. Sin el impacto mediático de su ex banda, la cual creció a nivel continental por numerosas giras por países jamás visitados por el grupo cuando lo contaba como front-man, amén de grabaciones compartidas con otras figuras, el camino de Bahiano fue lento pero mucho más firme. Tomándose su tiempo cuando así lo consideró, llegó pocos meses antes de la pandemia con un disco que no fue recibido de la exitosa forma que los anteriores, un insólito álbum de concepto llamado “Celebremos” que lejos de acercarlo a su público, sin dudas pareció alejarlo o sumirlo en un silencio no provocado por esas canciones alejadas de lo que el intérprete puede rendir. La pandemia como a todo el panorama de figuras con gran aparición presencial en shows, lo encontró componiendo y evaluando para donde encarar tras las restricciones sanitarias.
Curiosamente luego de tantos años de respaldar su carrera, Sony Music Argentina insólitamente decidió no mantener el vínculo con el artista, época en la que el cantante firmó un contrato por tres discos con “Plaza Independencia Música”. En medio de esa tensa situación por dejar un sello mainstream y encarar su carrera desde una discográfica de menor estructura en lo internacional, Bahiano apenas canceladas las reglas pandémicas de presencialidad tocó en el Teatro Broadway con “Los Guardianes de Gregory”, con quienes había concretado algunas actuaciones por todo el país, incluída una histórica fecha muy numerosa en el Auditorio de Parque Centenario, habiéndose grabado ese concierto en la sala de la avenida Corrientes, pero el mismo nunca vio la luz. Lo que sucedió poco tiempo después, fue la publicación de “Mucha Experiencia”, grabado con ese grupo de apoyo y la presencia de numerosas figuras invitadas, abriendo camino a una nueva grabación de sus shows. Ya sin esa banda que tenía su carrera y aceptó respaldarlo por un tiempo, Hortal armó su propio conjunto y se puso a preparar una actuación grande, la cual ocurrió el pasado 8 de noviembre en el Teatro Coliseo de la Capital Federal. Tras una prolija mezcla y mastering, finalmente el miércoles 1 de octubre vio la luz ese doble vinilo en vivo publicado por el sello PIM, un registro de notable calidad que captura todo el concierto ofrecido a fines del año pasado.
El espectáculo anoche en “Niceto Club” (Niceto Vega 5510) tuvo todos condimentos deseados para que la gente varios días antes agotase las entradas para ver al artista, una primaveral jornada que en realidad pareció muchísimo un día de verano con todo lo que eso significa, más cuando Bahiano subió a escena minutos después de las 21 horas, instantes donde los termómetros marcaban una térmica de casi 30 grados. Con las luces del escenario y todo el calor humano de la multitud reunida en el fantástico club palermitano, el cantante tomó conciencia que le esperaba una velada musical demasiado tórrida y sofocante a esa hora de la noche, lo que lo obligó a reacomodar la utilización de sus recursos físicos dentro del proscenio que da a la avenida Córdoba. En términos “boxísticos” podría decirse sin lugar a dudas que el músico salió a regular firme sus reservas de oxigeno, entendiendo que lo esperaba una performance muy larga y quemar de entrada sus reservas podía dejarlo poco antes del final sin aire y respuesta en el cuerpo. A lo “Nicolino Locche”, esquivó todos los trompazos que le tiró el sofocante calor y también distribuyó el juego vocal, haciendo participar mucho al público al principio del concierto. Necesitaba guardar reservas, pero sin que eso fuera en desmedro del destacado espectáculo previsto para ese lugar y momento del año.
Una intro sin voces con buen arreglo de los instrumentos dio lugar tras la arenga del gran cantante, a una puesta en marcha con potencia y precisión instrumental. Demostrando con creces que las canciones le quedan hechas a su medida, la fiesta empezó impactante con “Runaway”, uno de los tantos himnos que “Los Pericos” elaboraron con un vocalista de sobrados pergaminos artísticos. Siguiendo en ciertos tramos un poco la hoja de ruta que tiene el nuevo disco en vivo “Pura Adrenalina”, el cantante fue mezclando varios tracks de su anterior banda con los éxitos que fue armando en solitario, un cóctel que funcionó sin titubeos, dejando en claro que su pluma como compositor permanece inalterable y locuaz después de dejar atrás un grupo al que le entregó su jerarquía y talento. Llegaron “El pescador” y “Oyelo”, esta última una de las grandes canciones que el cantante gestó en su ascendente carrera solista. Con una banda muy ajustada y marcando presencia con cada canción, el cantante progresiva y lentamente comenzó a adueñarse del centro de las maniobras musicales, liderando un septeto que encaró el repertorio seleccionado tomando sus precauciones con el clima reinante, pero sin escatimar esfuerzos para interpretar firme un listado que mezcló clásicos de la banda del viejo milenio, con aquellos nuevos éxitos que el músico confeccionó desde el 2005 en adelante.
Los minutos iban pasando, la temperatura daba señales de comenzar a descender y ahí fue donde se percibió la primera novedad, cuando el Bahiano cambió el aire y empezó rápido a moverse bastante más que al comienzo. Aunque el aire acondicionado del lugar y cierta estructura de ventiladores del local ayudaba a mejorar la comodidad, en un momento la orden fue abrir las puertas que daban a la avenida Niceto Vega. Ahí no solo los músicos, sino también la totalidad de los espectadores empezaron a recibir el aire fresco que venía del exterior. Ya habían pasado “Mucha Experiencia”, “Tarde Gris”, “Waiting”, “Vamos Fugir»( Gilberto Gil), “Big Yuyo”, “Duerme negrito” y “Cerca de mí”. El cantante sentía que ese mastodonte del clima con 30 de térmica se había extinguido y llegaba el tiempo de reorientar sus reservas energéticas para poner al concierto funcionando veloz con caja de siete velocidades. Demostrando sus recursos como anfitrión y toda esa simpatía que lo caracteriza, fueron pasando con destacado impacto en la audiencia canciones como “Eso es real”, “Más cerca del cielo”, “Planes” y “La hiena”. El show se reservaba un mínimo bloque acústico, con la interpretación de “A primera vista”, ese tema de Chico César al que el ex-vocalista de “Los Pericos” le hizo un arreglo maravilloso hace 15 años.
Esa versión de guitarra y voz del hit del autor carioca pegó fuerte en la gente, momento donde el anfitrión y su instrumentista arrancaron con otro tema en esa onda, aunque por pocos segundos. “Complicado y aturdido” tuvo ese arranque suave y relajado, pero casi a los 45 segundos el tema recuperó su instrumentación y potencia original cuando la banda en su totalidad se plegó a interpretarla. Esa pausa sentado en la banqueta, la llegada de la toalla que el vocalista había pedido sin recibirla casi al arranque del concierto y nuevas botellas de agua, finalmente fueron el combustible que la banda necesitaba sobre escena, principalmente su cantante, que había transitado más de una hora con mucho más que 30 grados de térmica. Renovado en sus reservas físicas, Fernando Hortal supo que tenía que aplicarle al show ese “botón nitro” que la gente le venía reclamando una y otra vez. Fue así que sonaron “Sin cadenas” y “Pupilas lejanas” en sus arreglos originales, instantes en los que el Bahiano sacó fuerzas vaya a saber de donde, para empezar a bailar con mucha más consistencia y menor desgaste. De ese “Nicolino Locche” que esquivaba los fuertes guadañazos del calor no quedaba nada, ahora el escenario tenía a “Cassius Clay” (Muhamad Alí) dando cátedra de baile y tirando sus trompadas vocales con un swing impresionante. La fiesta increíblemente recién estaba calentando motores y venía para asombro de todos la estocada decisiva.
La pelea contra el clima y la resistencia ante un show largo necesitaban algunas pruebas de carácter y Bahiano las tuvo de inmediato. Tras los recordados hits de su ex banda, casi sin respiro atacó con “Fuego”, una de sus grandes composiciones en la mitad de su firme carrera solista, para luego redoblar el bombardeo con “Jamaica reggae”. Niceto se estaba transformando en un volcán musical y la ojiva atòmica explotó justo cuando lo requerían las circunstancias. “Uma brasileira” (“Una brasileña”), esa trascendental composición de los Paralamas y Carlihnos Brown que Fernando Hortal adoptó en su repertorio desde la postpandemia para no abandonarla más, sin dudas definió la batalla y el cantante asumió un protagonismo deslumbrante, mientras la banda seguía sin titubeos a un líder que casi pedía la toalla al arranque y terminó tirando sus mejores upercuts musicales sin respiro ante una audiencia que lucía conmocionada por la reacción del cantante argentino. Para acentuar esta situación, la banda y su conductor golpearon inmisericordes con “Me late”, “Su galán” y “Voy caminando lento”, en lo que parecía una tromba irrefrenable de canciones. Ya entregando las últimas energías sabiendo que al banquete musical no le quedaban demasiadas obras, sonaron “Torito” y “Nada que perder”, confirmando que el concierto era una paliza de reggae y pop de alto octanaje.
“Quieren un poco más?” preguntó el anfitrión y como la gente aguantaba esa maratón de más de dos horas de clásicos impecables, Bahiano echó sus últimas cartas sobre la mesa, para finiquitar una fiesta premium del género. Llegaron “El ritual de la banana” y “Home Sweet Home”, siempre respetando sus arreglos originales más alguna actualización con sus instrumentos, pero el “efecto Hodgson” en las canciones y un artista mayúsculo dando todo y mucho más sobre las tablas también tuvo su lado conmovedor, cuando el cantante y sus instrumentistas saludaron al borde del escenario a un auditorio completo, que estuvo no menos de cinco minutos ininterrumpidos ovacionándolos.
El vocalista concretó ayer una fenomenal oficialización del material lanzado por Plaza Independencia Música, en un deslumbrante recital a “pura adrenalina”. Sufriendo los avatares del calor en una jornada que sobrepasó todo lo imaginable, Bahiano ratificó con una gran “masterclass” en vivo que sigue siendo el “Frank Sinatra” del género, un intérprete que a pocos segundos de escucharlo nos permite saber de quien se trata. Demostrando que el tiempo muy lejos de desgastarlo le aportó una madurez incalculable, Fernando Hortal se mostró entero en el cierre de su última presentación porteña, porque le aguardan varias fechas por el interior y una gira fronteras afuera más que extenuante. Ayer dejó en claro, acompañado por una excelente banda que expuso gran jerarquía y contundencia, que no necesita para nada de una potencial reunión nostálgica con sus ex-compañeros, beneficiado por el “efecto Hodgson” y una prolífica carrera de grandes éxitos como solista, para construir sin temores un futuro tan espectacular. como cada una de las temporadas desarrolladas desde el inicio de su magnífico historial artístico.