“BEAT” deslumbró en el Movistar Arena: El mágico Avatar del rock progresivo elevado a una potencia no imaginada

El nuevo súper grupo del rock progresivo llegó a la Argentina para presentarse anoche en el estadio moderno de Villa Crespo, una nueva producción de Ake Music que logró que la súper banda del momento abriese su gira sudamericana en nuestra nación.

 

(Capital Federal – Sábado 03 de Mayo de 2025) Cuando el punk golpeó fuerte en la gran escena musical de fines de los ‘70s, imponiendo una crudeza que muchos cuestionaron al principio, pero luego una cierta mayoría de medios, tal vez para no perder contacto con las nuevas generaciones en la música, prefirió respaldar a ese tipo de artistas aunque eso significara retirarle del todo el respaldo a ciertas figuras del denominado rock progresivo o sinfónico, que en el cruce de décadas tuvieron que barajar y dar cartas de nuevo para no perderse en la confusión existente al principio de los ochentas. “King Crimson”, formado a finales de los ‘60s, recibió ese cambio pensando en como reinventarse sin perder aquella esencia creativa que los distinguió desde sus inicios. Robert Fripp, fundador del conjunto tomó la decisión de armar de cero un nuevo conjunto. En esa banda creada a principios de la década más teñida de pop-rock, la opción que halló ese líder fue sumar a Tony Levin, bajista de John Lennon y Peter Gabriel, al guitarrista Adrian Belew, brillante músico que militaba en los Talking Heads, completando el tradicional cuarteto con Bill Brudford, el por entonces baterista de “Yes”, éxodo de una superbanda a otra que despertó polémicas a más no poder. En esos ochentas tan adrenalínicos, “King Crimson” planteó tres discos de tono muy evolucionado para aquella época: “Discipline”(1981), “Beat”(1982) y “Three of a perfect pair” (1984), una especial trilogía que para numerosos fans del grupo son una obra maestra sin titubeos con el paso de las décadas.

Cuarenta años más tarde, con cruce de milenios incluído y una pandemia que trastocó buena parte de nuestras vidas, Robert Fripp después de algunos experimentos rebuscados que le valieron algún duro epíteto de sus seguidores más añejos, decidió encerrar a este grupo en algún cuarto con puertas clausuradas y la llave de ingreso luego arrojarla al mar, dejando que los fans conservaran los recuerdos que más quisieran. Después de la crisis sanitaria, el guitarrista Adrian Belew sostuvo una íntima charla con Fripp para consultar su punto de vista sobre un conjunto que tocara en vivo aquellos tres álbumes que en esta década están celebrando 40 años de vida. Inmediatamente Robert no solo aprobó la idea sino que además le sugirió el nombre para esta etapa interpretativa. Así nació “BEAT”, un nuevo súper grupo que Adrian Belew junto a Tony Levin armaron tras la bendición del fundador de “King Crimson”, pero claro, la pregunta fue ¿quién reemplazaría a Fripp? La dupla del nuevo emprendimiento se jugó por una ficha fuerte, convocando nada menos que al gran instrumentista Steve Vai, que abrió incontables acertijos sobre el desempeño del notable ejecutante yanqui en un puesto que no necesitaba en sí tanta pirotecnia y por supuesto una firme gama de sutilezas y otras formas de interpretación. El interrogante existió hasta que subieron al escenario de Villa Crespo anoche , cuando la gira sudamericana se puso en marcha ayer en el Movistar Arena, un evento con localidades agotadas que se convirtió en la “joya de la corona” para aquellos que aman el rock progresivo, desafío asumido por la productora Ake Music, que consiguió que esta nueva súperbanda concretara su gran debut sudamericano en Argentina, recital que tuvo al músico local Poly Pérez como apertura en la hora previa al plato central.

El puesto que faltaba cumplir en el espectáculo central del concierto de ayer era la batería y despertaba mucha curiosidad, porque reemplazar a Bill Brudford (Yes) aparecía dentro de las expectativas previas bastante difícil para las nuevas generaciones de intérpretes que se desempeñan detrás de los tambores. Muy sorpresivamente los músicos ya integrados al proyecto, inesperadamente se decidieron por un valioso ejecutante a contramano de todas aquellas especulaciones previas. Danny Carey, baterista del grupo de heavy rock “Tool” (curiosamente la banda favorita del cantante latino Cristian Castro) fue aquél convocado por el trío melódico, quedando así armada la formación definitiva, la cual por sugerencia del mismísimo Robert Fripp pasó a llamarse “BEAT”, como el título de aquél segundo álbum publicado durante los ‘80s por la segunda formación de “KC”. Con unos pocos shows en América Central, finalmente el “South American Tour 2025” arrancó ayer a la noche en el Movistar Arena de Buenos Aires, un novedoso espectáculo que propone a los seguidores del mítico conjunto de rock progresivo recordar como fue aquél tiempo del conjunto, volcado a un sonido y estilo muy significativo, donde lo progresivo recibió una endovenosa de new wave, más profundización de lo progresivo y con un gran cantante de otro perfil más cercano a los sonidos de esa década del viejo milenio. La buena noticia es que en Buenos Aires los esperaban los fans más acérrimos del grupo en esa etapa de esa mitológica formación, clima previo que aportaba tranquilidad para el esperado debut que el grupo necesitaba en una intrigante situación de estas características.

El show arrancó unos pocos minutos después de las 21:00 horas, evento que depararía un aspecto sorpresivo para la audiencia en cuanto a su duración, puesto que los músicos del flamante grupo decidieron tocar una hora y de manera inesperada, concretar un intervalo de 20 minutos. En ese primer bloque sonaron “Neurotica”, “Neal and Jack and Me”, “Heartbeat”, “Sartori in Tangier”, “Model Man”, “Dig Me” y “Man with a open heart”, un tramo centrado en el álbum “Beat”, bloque interpretativo que finalizó con una pieza más demandante en lo vinculado al sonido, puesto que ambos violeros utilizaron para la misma dos guitarras con sistema MIDI, lo que les permitió sonar en vivo con distintos instrumentos sampleados en un rack electrónico. Clausurando esa primera parte, la banda encaró “Lark’s tongue in aspic (Part 3)”, una partitura muy demandante para todo estos ejecutantes. En lo estrictamente interpretativo, el desafío de este formato ochentoso para ambos ejecutantes de las seis cuerdas, sin dudas fue el challenge de tocar juntos sumando sus conocidas capacidades para honrar el repertorio seleccionado, situación en la que la dupla demostró que cuando la situación así lo requiere, el maestro Steve Vai sabe trabajar en equipo, sin dejar que su pirotecnia como performer decida apropiarse de todo para dar exhibiciones de ego en obras que requieren mucha precisión, respetando esas estructuras arquitectónicas muy entrelazadas que dichas canciones contienen, desnudando aquél tipo de elaboración donde lo importante no es la velocidad sino lo que suena a cada segundo.

Esta claro que Vai hizo muchas interpretaciones de velocidad en ese arranque, pero sin que las mismas fueran excluyentes protagonistas del concierto, permitiendo que Belew le diese al primer tramo de composiciones todo ese dosaje de solos estridentes que tienen la mayoría de esas difíciles partituras seleccionadas. “Espero hayan disfrutado la pausa de 20 minutos, perdón que olvidé avisarles del intervalo”, comentó Adrian Belew ni bien se acomodó en su ubicación casi en el medio del escenario. Para el público, aquella pausa al analizarlo pudo parecerle una exageración, pero también se hace necesario indicar que ese tiempo de descanso para los cuatro instrumentistas no solo era algo correcto, sino tambièn un merecido lapso de tiempo donde la audiencia pudiese ir al baño, comprar algo para su estómagos o hasta acercarse al puesto de merchandaising para chusmear algún producto y luego adquirirlo tranquilo a la salida. Era una pausa imprescindible luego de escuchar en vivo a esos cuatro monstruos en sus respectivos instrumentos musicales, haciendo ciertas cosas que parecen sacadas de alguna producción de ciencia-ficción sobre como tocar determinadas partituras enrevesadas o muy difíciles de corporizar en un espectáculo en un escenario. La gente intuía sin dudas que la segunda parte de este concierto traería algunas canciones mucho más conocidas del repertorio ochentoso del grupo, seductora situación que paulatinamente se iría corporizando con el paso de los minutos.    .

El segundo tramo del recital planteado por “BEAT” arrancó con “Waiting Man”, una bella canción que tuvo un inicio percusivo intenso, el cual sumó a Carey con Belew en un gran dueto de pads electrónicos, mientras puntillosamente Levin iba agregando notas desde su stick. La situación sonora fue levantando hervor con el tema “The Sheltering Sky”, título inspirado en la novela de Paul Bowles y “Sleepless”, donde el bajista Tony Levin dejó su instrumento conocido multicuerdas para volver a su bajo amarillo, con el recordado logo de “Indiscipline” para repiquetear con sus prolongaciones acrílicas de sus dedos anular e índice, logrando con esos adminículos que las cuerdas suenen de otra particular manera. Si en la primera parte la discreción y coordinación respiraba una calma eclesiástica, en el segundo tramo de este adrenalínico recital la banda decidió de golpe y porrazo extenderle a Steve Vai la reclamada “licencia para matar” de los míticos superagentes británicos en los films de James Bond, minutos donde el guitarrista norteamericano desarrolló toda su despampanante pirotecnia para proporcionarle dentro de las limitaciones propias de los arreglos, una superlativa gama de sonidos e interpretaciones mucho más volcánicas que las originales de esos memorables tracks. Para no quedarse atrás con esa parafernalia de solos del icónico “guitar-heroe”, Adrian Belew en una de esas canciones no tuvo mejor idea que agarrar una pistola para instalar tornillos y frotarla sobre las cuerdas, logrando un sonido propio de la “factoría Spielberg”, en una escena propia del cine de horror hecho en las granjas sureñas, ante la ovación de sus incontables seguidores.

Después de ese tramo donde los fans del interprete estadounidense deliraron con todas las intervenciones del explosivo ejecutante, llegó la trilogía más conocida del conjunto con las canciones que pueden asociarse a una “atmósfera pop”, temas que pueden asociarse a la etapa de mayor masividad del grupo en las radios FM con varias composiciones menos trabadas. La primera de ellas fue “Frame by Frame”, un tema que sonaba como apertura del programa “El Tren Fantasma” conducido por Luis Cerasuolo, canción con brillante arreglo de Tony Levin en las cuerdas de su muy sofisticado instrumento. Sin dudas el tema más suave, pegadizo y cantado con una delicadeza magnética no podía faltar en ese cierre, cuando Adrian Belew puso su majestuosa voz para encarar “Matte Kudasai”, ese himno sinfónico que incluyó como era de esperar las interpretaciones del steel sobre el diapasón, creando esos sonidos marinos de enorme calidad. A continuación, para coronar el mejor tramo de Belew con su guitarra, llegó “Elephant Talk”, el otro gran clásico del disco “Discipline”, veloz rock de muy acelerado ritmo donde Adrian con sus artilugios de ejecución emuló los sonidos de ese mamífero a lo largo de la canción. Esa gran fiesta de música progresiva culminó con la maravillosa “Three of a Perfect Pair”, tras lo cual llegó “Indiscipline”, sin dudas el mejor track de esa demostración interpretativa. Faltaban los bises, un bloque no demasiado extenso, después de una paliza musical en esas más de dos horas de concierto, mientras los seguidores del conjunto no salían de su asombro ante lo ocurrido y las mandíbulas del público caían al suelo de manera estrepitosa.

El cuarteto se tomó unos breves minutos para secar el sudor, respirar diferente fuera de la plataforma escénica y volver al proscenio con dos joyas de enorme valor a esa altura de los acontecimientos. Antes de encarar los bises, Adrian Belew, definitivamente ubicado en el show como un desopilante maestro de ceremonias. Primero agradeció al público por el desbordante respaldo de la gente a cada bloque del show. En el regreso del intervalo, con esa pausa bastante significativa, el fantástico guitarrista de los “Talking Heads” y David Bowie pidió de muy manera elocuente un necesaria disculpa por la extensión del break y también por no comunicarlo al finalizar el bloque inicial. Ya un poco más aclimatado con ese rol de gracioso presentador de “una banda seria”, Belew antes que nada aclaró que el concierto realizado en Argentina y toda la gira mundial del grupo “BEAT” está dedicado al músico Robert Fripp, quien no solo bendijo y autorizó el proyecto de los temas de “King Crimson” de aquél lapso, sino que además les sugirió llamarlo de la manera en que quedó finalmente configurado. Saliéndose de la rutina, el grupo para la conclusión interpretativa decidió sorpresivamente romper aquél formato de tocar solo esas obras de los ‘80s, dando un golpe de escena la banda tocó “Red” del valioso álbum homónimo lanzado en 1974, canción que los fanáticos de la agrupación celebraron de una forma muy efusiva. El cierre fue con “Thela Hun Ginjeet”, otro notable clásico incluído dentro de la gran joya que es “Discipline”, una canción con un estribillo “progresivamente” pegadizo en ese curioso perfil de espectáculo, clausurando así una despampanante noche de rock sinfónico.

El debut de “BEAT” en Argentina, banda con integrantes que han visitado el paìs con sus diferentes proyectos o también formando parte de “King Crimson” en alguna etapa de esta histórica agrupación, fue la segunda fecha consecutiva desarrollada por la productora Ake Music en el Movistar Arena, habiendo concretado dos atractivos shows en ese lugar de la Capital Federal como el esperado regreso de “Simple Minds” o la genial llegada de “BEAT”, jornadas de gran asistencia de público, una de ellas en medio de un gran feriado nacional. El arribo de monstruos de la música como Adrian Belew, Tony Levin, junto a Steve Vai y Danny Carey como sus nuevos cómplices musicales, deparó por lejos el mejor concierto grupal del 2025 en lo relacionado a figuras del exterior, una presentación sinfo-progresiva plagada de un gran extasis sonoro con los elocuentes relámpagos de paroxismo interpretativo, esos que solo estas estrellas pueden alcanzar después de tantas décadas enamorados de sus instrumentos.

La inolvidable noche allí en el Movistar Arena culminó con múltiples anécdotas de los numerosos fans abandonando el lugar, recordando especialmente la forma en que ambos guitarristas estuvieron vestidos y el detalle no fue menor. Ambos salieron vestidos de traje, con un look muy de gangsters enriquecidos velozmente, especialmente Steve Vai con un ambo muy brilloso y unos anteojos espejados que, a diferencia de los tradicionales le cubrían todo su rostro y las orejas, indumentaria que con el estratégico agregado de un amplio sombrero alado, lo mantuvo casi escondido de toda la audiencia al principio del  espectáculo. Ya en la segunda parte del evento, cuando a Steve le soltaron la correa y se permitió esas maravillosas “tropelías” con su guitarra, el concierto le permitió a todos los espectadores disfrutar de esa distintiva clase de conciertos que quedan rebotando durante gran cantidad de días, en los recuerdos de haber sido testigos de una experiencia única y con características absolutamente inusuales para una música en la actualidad ocupa un espacio microscópico en la consideración mundial. Revivir la magia de aquella época maravillosa ocurrida en los ‘80s, no solo fue un muy respetuoso viaje en el tiempo, sino la inusual chance anoche también para percibir como ese espectacular Avatar sonoro fue desarmado y reconstruído para esta nueva gira, con cuatro leyendas que dejan todo para generar momentos irrepetibles de una música que se mantiene respirando de forma genial, generando permanentemente mucha felicidad, con una estética totalmente ajena a todas las modas y de estructura muy inoxidable dentro de la consideración general.

 

Fotos grupo «BEAT» en el Movistar Arena: Diego Fioravanti para Ake Music (Prensa Vicky Roa 2025)