El cantante nacido en Stanmore, Midlesex actuó en el Movistar Arena como parte de su gira mundial “It´s a Nice Day To…Tour Again 2025” hace 15 días. Nuestro analista del área nos cuenta con lujo de detalles como fue su tercera estadía en Buenos Aires.
(Capital Federal – Domingo 30 de Noviembre de 2025) En un calendario de cierre de año muy sobrecargado de conciertos, Billy Idol regresó a Buenos Aires el pasado 15 de noviembre para presentar su nuevo material “Dream Into It”, un álbum lanzado en abril de este año y, a la vez, celebrar sus más de cuatro décadas de carrera en un estadio Movistar Arena repleto. El concierto, que reunió 17 temas en total, tuvo una particularidad que no pasó inadvertida: cinco de esas canciones pertenecen a su álbum más reciente, el que está presentando en esta gira mundial. Es decir, no vino sólo a desempolvar clásicos, vino a demostrar que es un artista en movimiento, con obra nueva, con ganas de defenderla en vivo y la convicción sobre que su presente puede convivir con su legado sin quedar opacado.
La noche tuvo además una dimensión histórica especial. Esta fue la tercera visita de Idol a la Argentina. La primera había sido el 21 de enero de 1991, en el recordado Rock & Pop Festival desarrollado en River, compartiendo cartel esa noche con Jaf y Joe Cocker. Después hubo que esperar más de 30 años para volver a verlo: su segunda visita ocurrió recién en 2022, como artista invitado del grupo Green Day en su recital en Vélez del 11 de septiembre del 2022 , aunque aprovechó ese viaje para hacer al día siguiente también una fecha propia en el ahora clausurado estadio Luna Park. La expectativa que rodeaba esta tercera aparición era enorme, en parte porque Idol nunca había regresado con un show plenamente suyo, con nuevo disco, banda completa y una puesta escénica concebida solamente para él.
El concierto comenzó con “Still Dancing”, uno de sus nuevos temas con una declaración programática: el tipo sigue bailando. El ícono punk cumple hoy 70 años, conserva la sonrisa torcida, la presencia desafiante, el dominio del escenario. Ya no corre ni se desborda como en los gloriosos años de MTV, pero sabe administrar la energía con una inteligencia ganada a fuerza de giras. El público captó esa mezcla de vigencia y oficio desde el arranque, con una química se fortificó velozmente cuando aparecieron “Cradle of Love”, “Flesh for Fantasy” y luego “77”, otro gran tema nuevo que grabó a dúo con Avril Lavigne, donde esta nueva identidad sonora del disco lanzado halla un diálogo de tono sorprendentemente natural con las gemas de su repertorio histórico. “Eyes Without a Face”, en el top ten de las canciones que mejor define la década de los 80s, llegó como un remanso emocional, pero antes de que Billy cantara una sola nota, todo el Movistar Arena quedó envuelto en una introducción larga y climática a cargo de Steve Stevens, quien con un fraseo muy elegante y expansivo fue preparando el terreno para uno de los grandes momentos del show. Esa interacción musical, ese ida y vuelta entre la voz de Idol y la característica guitarra de Stevens, es la esencia del espectáculo: una sociedad artística que se sostiene desde hace más de 40 años y que sigue brillando muy incandescente.
El segmento central de este concierto también trajo una de las sorpresas más comentadas: la interpretación de “Love Don’t Live Here Anymore”, el cover de Rose Royce que quedó afuera de “Rebel Yell” porque Madonna se le adelantó al incluirla en su laureado segundo álbum “Like a Virgen” de 1984 bajo producción de Nile Rodgers. Fue así que Idol rescató este “out take” que permaneció inédito durante cuatro décadas y lo abordó desde un registro más dramático y adulto, acompañado a dúo por Kitten Kuroi, una corista de voz profunda y magnética. Su contrapunto vocal estuvo acompañado por la otra coreuta, Jess Kav, quien aportó armonías nítidas y un calor soul que le dio cuerpo al arreglo. Entre las dos generaron una arquitectura vocal que elevó la canción a un territorio inesperado dentro de un show de rock.
Entre tema y tema, el añejo anfitrión manejó sus pausas con precisión quirúrgica. Tres descansos breves con cambios de vestuario lo mantuvieron fuera del escenario en momentos estratégicos, siempre cubiertos por la banda y las coristas para sostener el ritmo del espectáculo. Aunque se mueva un poco menos que décadas atrás, se lo percibió de muy buena forma y sin perder la presencia: controla la mirada, los gestos, la conexión emocional con la audiencia. Cuando regresa, lo hace con la energía recargada, exponiendo su rol de showman consumado que definió toda su carrera.
Y entonces aparece él: Steve Stevens, que no es “el guitarrista de Billy Idol”, sino un artista con luz propia, recibido como tal por el público argentino. Su solo a mitad del show fue con un despliegue teatral y virtuoso, una pieza que empezó al estilo Al Di Meola/Paco de Lucía/John Mc Laughin y luego fue construida con fragmentos de “Over the Hills and Far Away” y “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin, más una descarga de “Eruption” de Van Halen que incendió el estadio. Más tarde, durante el gran track “Blue Highway”, el violero volvió a acaparar todas las miradas cuando intercaló el “Top Gun Anthem”, un tema que él mismo grabó durante 1986 para la película de Tom Cruise, pieza que se convirtió en una marca indeleble del cine y de la cultura pop. Ese guiño fue un gran regalo para los fanáticos, pero al mismo tiempo un recordatorio de algo esencial: Stevens no acompaña a Idol, coexiste con él todo el tiempo en el escenario. Son dos estrellas que se potencian mutuamente. Billy lo sabe y lo celebra. En cada presentación, le cede espacio, lo destaca, lo hace brillar. Es una sociedad construida a fuerza de respeto artístico, química real y décadas de música compartida. El show sería distinto sin Stevens; no menos competente, pero sin duda menos especial.
Luego de otros dos temas nuevos, “Too Much Fun” y “Gimme The Weight”, el tramo final del concierto fue una sucesión de himnos: “Ready Steady Go”, tema de su primera banda “Generation X”, el muy celebrado “Rebel Yell” y “Mony Mony”, temas que dejaron al público en estado de euforia, dando así rienda suelta con todo el repertorio de cánticos alusivos, al bien ganado título de «Best Crowd in the World».
Tras una breve pausa, el británico que cimentó toda su carrera desde U.S.A., eligió cerrar el círculo emocional con “Dancing With Myself”, “Hot in the City”, “People I Love”, otro de sus estrenos, y por supuesto la esperada pieza “White Wedding”, donde presentó uno por uno a sus músicos y celebró el triunfo colectivo de una banda muy potente en perfecto estado de forma. La publicación hoy de esta reseña adquiere un tono especial, dado que este domingo, jornada en la que Billy Idol celebra 70 años, acontece justo mientras cierra su gira latinoamericana en la Ciudad de México. El tiempo, inevitable, sigue avanzando; pero aquella noche del 15/11 en Buenos Aires demostró que algunos artistas parecen suspenderlo. Idol no se sostiene sólo en la nostalgia: se sustenta en su oficio, en su carisma intacto, en una banda afilada y, sobre todo, en esa alianza irrepetible e inolvidable con Steve Stevens. Por un rato, los ’80s volvieron con todo. Y Billy nos recordó que algunas leyendas no se apagan, simplemente cambian de intensidad.
Fotos Show Billy Idol en el Movistar Arena (Sábado 15 Noviembre 2025 (Mangrullo Interno): Agencia Indigo Press (María Nolte y Nicolás Tavella) para Move Concerts. // Fotos Show Billy Idol en el Movistar Arena (Sábado 15 de Noviembre de 2025 (Campo delantero lateral izquierdo): Fabián Loyato (Agencia Noticias 1440)
Edición Digital final: Gabriel Imparato (Agencia Noticias 1440)











