A 36 años de su primer desembarco triunfal en Mar del Plata y River, el artista inglés volvió a Buenos Aires y el tiempo pareció suspenderse. Si antes fue vértigo y vital juventud de medio término, el presente es un profundo acto de agradecimiento colectivo.
(Capital Federal – Sábado 25 de Octubre de 2025) En febrero de 1989 Argentina lo recibió como a un visitante de otro planeta, con su melena rubia, enfundado en su traje de leopardo, con esa inconfundible mezcla de descaro y elegancia. El país vivía las primeras visitas de peso en democracia, luego de los arribos de Sting, Tina Turner o el festival “Amnesty Human Rights Now” con Bruce Springsteen y Peter Gabriel. En esta temporada que ya está finalizando, 35 mil personas durante tres noches en el Movistar Arena lo abrazaron como a un viejo y querido amigo que regresa, que conserva ese mismo brillo en los ojos y su voz rasposa, pero portando tres décadas y media después otra manera de habitar el escenario: menos exhibición, más cercanía, más verdad. Aquél artista jodón que bromeaba en su conferencia de prensa en la disco «New York City» o paseando en los Mercedes Benz que le ofrendaba Jacobo Winograd, hoy es un querible octogenario que sostiene un entrañable vínculo con Fenix Entertainment, la productora que decidió traerlo al país en incontables ocasiones.
Curiosamente, para abrir su función del jueves 23 en la moderna arena de Villa Crespo, Rod Stewart decidió excluir la inmaculada canción “Infatuation”, tema que sí mantuvo durante las restantes noches en esta visita a la Argentina y esa significativa ausencia pesó bastante dentro del valioso repertorio que lleva en sus maletas por este lado, más para quienes en su primer arribo al país hace 36 años disfrutaron un track tan genial como impactante en su arreglo y configuración. Semejante desatino le debe haber costado un festival de improperios de aquellos que, sabiendo que la había tocado en la noche debut, ahora había decidido marginarla sin explicación alguna para sus más recónditos fans.
En la noche intermedia de esta escala 2025, el músico prefirió iniciar la velada con la atemporal “Having a Party”, una obra que permitió entender el espíritu del show. El experimentado intérprete no vino a reconstruir el pasado como una postal congelada, sino a celebrar humilde y respetuoso el simple milagro de seguir estando en la ruta a sus 80 años de edad. Asomaron así enormes clásicos como “Tonight I’m Yours”, “This Old Heart of Mine” o la ajustada “Rollin’ & Tumbling”, ese excelente cover de Muddy Waters, las cuales marcaron el tono inicial de una gran noche donde el soul, el blues y el pop se entrelazaron inquebrantables como partes de un mismo cuerpo. Su voz, ahora más rugosa y contenida, afortunadamente no perdió ni un gramo de intención: sigue siendo el instrumento que mejor cuenta su historia.
La banda que lo acompaña en la actualidad tiene un peso estético decisivo. Seis mujeres en escena —tres coristas, dos violinistas y una arpista— aportan, además de corrección política, una textura singular, un aire de elegancia al estilo de Las Vegas que envuelve al repertorio sin restarle fuerza. Entre ellas y la singular presencia del reconocido tecladista Kevin Savigar, responsable de haber moldeado el sonido de mitológicos álbumes como “Tonight I’m Yours” o “Body Wishes”, se dibuja una delicada alquimia que combina memoria y frescura. El veterano ejecutante con sus teclas renovadas, conjuga ese pulso tan pleno como refinado que con su sapiencia de intensas décadas, actúa como un hilo conductor invisible entre el Stewart de los ochentas y el actual, mientras ese sensual y vistoso sexteto femenino ilumina cada arreglo con una energía nueva, casi orquestal.
Pero hay otro protagonista silencioso que define el carácter del show: James “Jimmy” Roberts, el saxofonista, omnipresente en casi todo el repertorio. Su sonido cálido, a veces sensual y a veces desgarrador, funciona como la nueva voz interior del espectáculo. Aquél núcleo central de los ‘80s que ubicaba a las guitarras muy dominantes, hoy ha cedido ese lugar al vientista: es Roberts quien marca los matices emocionales, quien traduce en notas lo que Stewart ya no grita. En “Forever Young”, su intervención tiene algo de plegaria; en “Maggie May”, un eco melancólico; en “Downtown Train”, un soplo de soul nocturno. Y hay un dato clave que atraviesa toda la historia: «JR» es el único músico que estuvo en ambos conciertos: los del ´89 en Mar del Plata/River y estos del 2025 en Villa Crespo. Su presencia, entonces como ahora, actúa como testimonio viviente del largo recorrido de Sir Rod, una especie de invisible hilo sonoro que une dos épocas, dos Stewarts, dos formas de entender el escenario.
Ese detalle, en apariencia menor, simboliza indudablemente la marcada diferencia entre ambas etapas. En febrero de 1989, el sonido del escocés era el de una banda de rock en plena forma. Estaba de gira presentando “Out of Order”, un disco potente y guitarrero, con un repertorio que así lo testimoniaba, con la ya mencionada “Infatuation” o temas como “Lost in You”, “Crazy About Her”, “Passion”, “Hot Legs” y “Sweet Little Rock & Roller”, todos interpretados con una energía eléctrica y una actitud casi desafiante. Los solos de guitarra a cargo de Steve Farris y Todd Sharp eran el eje del espectáculo; el bajo incisivo de Carmine Rojas y la aguerrida batería del enrulado Tony Brock empujaban con una precisión brutal; mientras el melenudo Chuck Kentis en teclados secundado por tres bronces, completaba una formación que sin dudas sonaba como una locomotora a punto de descarrilar. Era el Stewart más rockero, el que todavía se movía en el territorio de los estadios y las luces cegadoras. En aquellos shows, además, Rod bailaba endemoniado, pateaba pelotas de fútbol al final de sus recitales, jugaba muy pícaro con la audiencia y dominaba de manera apabullante el espacio con un carisma físico arrollador: se trataba de un frontman sencillamente incansable, a puro movimiento y energía.
El jueves en el Movistar Arena, en cambio, ese impulso rockero fue reemplazado por una paleta más cálida y diversa. No hubo guitarras filosas ni riffs incendiarios: hubo groove, swing y un clima de celebración elegante. Stewart se mueve poco, administra sus fuerzas y programa tres descansos casi cronometrados —a los treinta, sesenta y ochenta minutos de show— en los que se retira del escenario. Esos interludios, lejos de romper el clima, lo enriquecen: sus bellas coristas Holly Brewer, Joanne Bacon y Rebecca Kotte, toman el protagonismo y convierten el espacio en una fiesta colectiva, primero con una versión explosiva de “I’m So Excited” de las Pointer Sisters, y más tarde con una versión del clásico “Proud Mary” que transforma el estadio cerrado en un templo de soul y gospel. El artista del Reino Unido reaparece tras cada pausa con desopilante humor británico y su outfit renovado, como si el espectáculo también incluyese el acto de saber desaparecer a tiempo.
El impetuoso pulso rockero de principios de 1989 se fue deconstruyendo hasta este 2025. En lugar de endemoniados solos eléctricos, los temas se abrieron al fraseo del saxo, al diálogo entre coros y cuerdas, a la sensual respiración de una banda que toca como si estuviera en una sesión de soul en los setenta. El intérprete, lejos de ocultar esa mutación, la asumió con orgullo. Desfilan bajo ese argumento “It Takes Two”, dedicada a Tina Turner, “I’d Rather Go Blind”, tributando a Christine McVie de los Fleetwood Mac (el punto más alto del show musicalmente hablando) y el lentazo “If You Don’t Know Me by Now”, la inoxidable pieza de Kenny Gamble y León Huff que emergió victoriosa a fines del viejo milenio con Simply Red, una trilogía de canciones que fueron mucho más que versiones: fueron elocuentes declaraciones de identidad.
En ese marco, el show adquirió un tono de gratitud. Las canciones que antes eran himnos de juventud ahora suenan como cartas de amor al tiempo. “The First Cut Is the Deepest” se volvió confesional; “Forever Young” dejó de ser promesa para ser bendición; “Sailing” sonó como una despedida dulce y en «Tonight´s The Night», la arpista Julia Thornton junto a las violinistas Janna Jacoby y Andrea Young dibujaron literalmente en aquellos instantes un fondo casi celestial. La comparación con 1989 es inevitable, pero también muy hermosa. Aquel Stewart de su primer arribo era pura conquista: un gran artista en la cima, con un vital repertorio que exigía cuerpo y velocidad, acompañado por una banda diseñada para rugir. El canoso vocalista de hoy, en cambio, canta desde otro lugar: el de la permanencia. Su voz, bastante más gastada pero mucho más sabia, se abre paso entre los arreglos de cuerdas y los soplidos del «Saxman» Roberts como si el tiempo, lejos de vencerlo, lo hubiera afinado de manera delicada y afectuosa.
Cuando sonó “Da Ya Think I’m Sexy?”, el Movistar Arena entero bailó con la misma alegría (pero con más canas) con que lo hizo el público en su llegada ochentosa, aunque la energía reinante era distinta: ya no la de la conquista, sino la de la complicidad. Stewart sigue siendo un magistral showman, pero ahora el espectáculo no reside en su despliegue físico, sino en su capacidad para transmitir emociones con gestos mínimos, comentarios puntuales, sonrisas y su hipnótica mirada. El cierre de su segunda performance en este primer estadio moderno de la Capital con “Love Train” de los O´Jays junto a la lluvia de globos de colores fue una síntesis perfecta: mucho soul, humor, comunidad.
Stewart dejó el micrófono a sus coristas, al público, y se limitó a acompañar con palmas, sabiendo que ya no necesita demostrar nada. Entre aquel primer desembarco desbordante antes del cruce de milenios y este paseo sensual e íntimo por la gran arena de Villa Crespo caben décadas de historia, de idas y vueltas, de vida. Lo que en 1989 fue fuego, en 2025 es abrazo. Y mientras el último acorde del saxofón se desvanecía en el escenario, quedó flotando una sensación serena, casi luminosa: Rod Stewart no se repite, se reescribe. Cambió las guitarras por el saxo, las canchas futboleras por la moderna intimidad, el vértigo por la emoción. Y en ese gesto, en esa forma elegante de envejecer frente al público, reside, tal vez, su acto más rockero.
Fotos oficiales de show «Rod Stewart en el Movistar Arena» (22 al 24 de octubre de 2025): Gallo Bluguermann y Gabriel Sotelo (Agencia Indigo Press: María Nolte y Nicolás Tavella) Fotos digitales Rod Stewart en 3D: Fabián Pablo Loyato (Agencia Noticias 1440) – Una producción integral de Fenix Entertainment 2025
Edición Digital Final: Gabriel Imparato (Agencia Noticias 1440)














