La excelente película sobre la vida del músico Robbie Williams constituye una de las mejores producciones cinematográficas de la actual temporada, una espectacular realización que rompe con ciertos cánones visuales, proponiendo una historia emotiva de principio a fin sobre una verdadera leyenda de la música pop.
(Capital Federal – Jueves 06 de Marzo de 2025) El mundo de las biopics musicales estaba viviendo una etapa totalmente alicaída en el panorama cinematográfico mundial hasta los primeros meses de 2018, cuando finalmente llegó a todas las salas del mundo “Bohemian Rhapsody”, aquella gran película sobre Freddie Mercury y el grupo “Queen”, realización que marcó no solo un boom a nivel mundial, sino que hizo recapacitar a bastante productores de Hollywood, que entendieron que la gente necesitaba encontrarse con todos sus ídolos musicales en la pantalla grande, disfrutar sus grandes canciones, recordar el recorrido de sus vidas y descubrir aquellos aspectos que por cuestiones históricas solo habían conocido en muy grandes rasgos. La película sobre el magistral e inolvidable cantante, pianista y compositor del grupo de rock inglés, fue la llave de código para que todos los amantes de la buena música pudiesen disfrutar a fondo en un espacio tan distintivo y especial, como es una sala de cine, de una historia con los héroes de un panorama artístico que en buena parte del nuevo milenio no parece hallar una apropiada correspondencia, evaluando este polémico arranque de siglo, bajo aquella definición sobre que la música está convertida en un vulgar comodity (tal como adelantó en su momento el conductor y empresario Mario Daniel Pergolini por radio, y todos al escucharlo, sin titubear quisieron crucificarlo de inmediato).
Entre finales de 2024 y comienzos del 2025 se conocieron en Argentina tres películas con este perfil de intención artística: “A Complete Unknown” (Un completo desconocido) sobre la vida de Bob Dylan interpretado por Timothée Chalamet, “María” (Callas) con la actuación protagónica de Angelina Jolie y ahora llega “Better Man”, la película sobre la vida de Robbie Williams, interpretada por…un mono. Tratándose de una personalidad tan especial y extravagante como el cantante y compositor inglés, no debería sorprender tanto a los espectadores, por más que los numerosos fans del fantástico intérprete británico han aceptado de buena gana durante varias décadas los berrinches y caprichos de un artista a todas luces interesado en incomodar a los puristas, brindándole a sus seguidores todas las cosas que puedan hacerlos felices tanto con sus discos como en sus muy deslumbrantes conciertos en vivo. Después de varias idas y venidas, finalmente el cantautor del Reino Unido aceptó la propuesta para retratar su vida en una biopic y su destino se cruzó con el del afiatado director Michael Gracey, responsable de “The Great Showman” o la biopic sobre Elton John llamada “RocketMan”. Seguramente esta última realización fílmica le habrá generado una grata impresión al músico que visitó nuestra nación un par de veces, lo que lo llevó a entregarse entusiasmado al proyecto, pero colocando sorpresivamente para llevarlo a cabo, una condición bastante peculiar que hoy todavía rebota en el análisis de los especialistas o los abocados al mundo fílmico.
El artista apenas se reunieron para bocetear el proyecto, le dijo que en vez de utilizar a un actor o varios haciendo de él en sus distintas etapas, quería que este personaje tuviese el aspecto externo de un simio, pues según su análisis, encontraba mucho parecido con este animal a la hora de realizar un montón de cosas para hacer felices a los demás. Todos en ese encuentro recuerdan que la cara del director fue de absoluto desconcierto, pero una vez que el músico empezó a darle detalles de su curioso punto de vista, logró que Gracey se convirtiese de inmediato en el segundo fan de la singular idea sobre la apariencia del personaje. Dando las primeras puntadas al guión, Michael le sugirió al músico colocar a dos personas en estas escenas, una del músico joven y otra del ya afiatado, a las que luego articularía con la ayuda de los efectos especiales y también la utilización de “Inteligencia Artificial”, una técnica que sumaría unos sensores en el rostro del protagonista evocado, para que la cara del mono en pantalla apareciese en todas las escenas filmadas reflejando sin errores todos los gestos del verdadero Robbie Williams.
El excelente trabajo digital aquí rinde sus frutos y después cuando uno ve la producción de cada escena terminada, asoma brillante esta conjunción del protagonista mimetizado con los demás personajes que aparecen como seres humanos normales sin truca alguna. Con este artilugio, que no corre de foco el argumento, pero que al principio obliga sin dudas al espectador a bancarse este planteo visual sin observar la conocida cara del cantante, una secuencia de situaciones bien desarrolladas permitirá conocer el humilde hogar donde fue formado Robbie y la poderosa influencia de su padre (Steve Pemberton) para meterse a cantar. En un inesperado momento el padre de RW decide abandonar el hogar para probar suerte en otra ciudad, primer golpazo a los sentimientos de un chico que soñaba cantar los clásicos de Frank Sinatra en un teatro. Tras ese impacto anímico, la vida del música primero tomará firme consistencia integrando una “boy-band” con cuatro chicos más, una tosca formación que arrancó con los “Take That” (Agarrá ésta!) cantando en clubs gays, para luega invertir la polaridad sexual con miles y miles de chicas persiguiéndolos día y noche para estar con ellos de manera muy codiciosa, un camino que Williams recorrerá al principio con ellos de manera bastante rebelde hasta ser expulsado del conjunto por el manager Nigel (Damon Herriman) , avanzando luego por ese desgastante sendero de hacerse un lugar como solista, en medio de empresarios de la industria muy ambiciosos, algunas adicciones no resueltas y los rebotes de una relación totalmente disfuncional con su padre, que recién vuelve a reunirse con él cuando explota la fama del conjunto pop de chicos lindos, algo en lo que Robbie no encaja bajo ninguna manera.
Hasta ahí el personaje del famoso cantante está interpretado en sus movimientos por el actor Jonno Davies, pero luego el propio Robbie Williams se coloca actoralmente en la piel de sí mismo, cuando narra la historia de su romance con Nicole Appleton (la actriz Raechelle Banno), integrante del cuartero femenino pop “All Saints”(Todas Santas), un tiempo donde él todavía está digiriendo su expulsión de “Take That” y la dura necesidad de hacer que sus canciones triunfen de una buena vez, mientras a los demás el éxito les sigue sonriendo sin ningún inconveniente. Harto del gran protagonismo que tiene Gary Barlov, sabe que ese ex–compañero será un pesado fantasma que deberá expulsar de sus pensamientos, época donde el afecto de los hermanos Gallagher le llega solo en un 50 por ciento, cuando Liam le tira buena onda, todo lo contrario de su hermano Noel que desea aplastarlo como una vulgar cucaracha apenas la situación lo permita. En esa necesidad de lograr el éxito, Williams no esquiva el camino empedrado de drogas y alcohol, mientras sus sueños asoman difíciles en ese contexto sujeto esas adicciones. Recién cuando sufra una intoxicación lo suficientemente fuerte y recapacite bastante golpeado sobre sus pasos, aparecerá el productor artístico Guy Chambers (Tom Budge), quien en su estudio y sala de ensayo lo obligará a carbonizar su orgullo y construir su vida desde la realidad. Esta dupla conformará el camino para lograr aquellos objetivos soñados, entre ellos concretar tres actuaciones en el mítico predio de Knebworth de manera consecutiva, batiendo de manera impactante un record de asistencia existente en ese famoso lugar al aire libre, con deslumbrante capacidad multitudinaria para espectáculos al aire libre.
Sin dudas la pérdida de su abuela Betty (Alison Steadman) abrirá un antes y después en su vínculo con los demás, reflexionando sobre el costo del éxito y haber abandonado a una de las dos mujeres que creían en él, junto a su madre (Kate Mulvany). El camino de redención de este músico comenzará cobrar forma con distintos hechos, entre ellos un concierto sinfónico interpretando gran parte de sus éxitos en un recital “One Night Only”, en el que aparecerá no tan sorpresivamente su padre, para que ambos repitan aquella añeja escena décadas antes, cuando padre e hijo hacían a dúo “My Way” viéndola por televisión cantada por Frank Sinatra, ídolo que aparece en una de las tres fotos que Robbie Williams lleva a todos lados cuando está de gira (las otras dos son Dean Martin y Sammy Davies Jr). Dejando traslucir que es mejor hacer las paces con todos, el legendario músico abrirá camino al futuro sabiendo que ha dejado atrás los dolores de una niñez traumática, para disfrutar sin presiones de la música como mejor sabe hacerlo, arriba de un escenario y diciéndole a los espectadores “sus culos me pertenecen durante las próximas dos horas”.
El trabajo de truca digital es brillante, especialmente cuando Robbie ubicado en plenitud de su carrera encuentra entre el público a los distintos Williams que ha sido de acuerdo al momento que le tocó vivir, corporizando así a los inocultables fantasmas que lo fueron persiguiendo hasta madurar en sus ideas y conductas. Desde ese pequeñín que quiere caerle bien a sus compañeros de primaria y se banca ser arquero de un picado, por más que se coma ocho goles en el partido escolar, hasta el artista que aparece con smoking en una gala para la tv codificada, la singular idea de posicionar al cantante como un mono es un hallazgo que evita que el público adopte el pensamiento de creer que está viendo “El Planeta de los Simios” con un guión de antiguo musical. Poniéndole sus gestos al animal que quiere caerle muy bien a todos y ser servicial, todas las facciones del genial músico se cuelan dentro de esa gran estructura de efectos especiales, haciéndole creer al espectador que Robbie Willaims es un mono que se ha convertido en un ídolo de masas, planteo que Michael Gracey refuerza con los excelentes cuadros de baile, entre ellos el de “Rock DJ” ubicado ex-profesamente en la etapa de los “Take That”, por más que la canción haya sido históricamente sea un recordado y triunfal hit solista del músico.
Un aspecto que no ha descuidado el director en esta película, es la inclusión de un par de cuadros de coreografía musical, sostenidos en buenas canciones como “Rock DJ”, lejos la mejor de las estructuras de baile con temas muy conocidos, pero al mismo tiempo inserta en la historia un momento de danza jazzera a bordo de un lujoso yate cuando el protagonista inicia su romance con Nicole Appleton. En un alto momento de crisis, como cuando el conjunto “Take That” decide expulsarlo de sus filas, para funcionar como cuarteto, aparece dentro del desenlace de ese conflicto una coreografía acuática posterior al dramático tiempo que destila “Come Undown” mientras Robbie deja la mansión de Gary Bartlow fastidiado del maltrato que sus ex-compañeros vienen aplicando a su persona. “My way”, el clásico que asoma en la voz de Frank Sinatra, tiene dos versiones: la primera cuando Williams imita los gestos de la voz con apenas seis años junto a su padre, para luego reaparecer justo en el show “One Night Only” en un teatro, con la presencia de su progenitor acompañándolo en esa particular redención de la estrella pop con aquellos a quienes había lastimado en su camino a la fama. Esos cuadros musicales impactan por su extrema pureza y delicado equilibrio.
Estrenada en Argentina hace apenas nueve días reuniendo más de 25 mil espectadores en la primera semana de exhibición, un numerazo para tiempos de vacas flacas en el cine de los complejos, esta producción cinematográfica explota al máximo las mejores canciones del músico ingles, un repertorio reinterpretado en algunas canciones para dotarlas de otra orquestación, sin olvidar que algunos clásicos están cantados también con otra velocidad para colorear un derrotero de escenas muy bien logradas. “Better Man” logra entretener, divertir y darle al amante de la música del artista del Reino Unido, la genial excusa para pasar dos horas y once minutos saboreando un banquete artístico magistral de principio a fin. Aquél que no conozca esas monumentales canciones como “Feel” o “Angels”, igual puede meterse sereno y relajado en la sala a ver esta película, un largometraje que emociona bastante más de lo esperado, cuando el director ajusta todas las clavijas argumentales para mostrar muchas de las flaquezas anímicas del protagonista y no solo los previsibles tiempos de gloria.
Esta biopic sobre Robbie Williams llega en un momento donde varios proyectos en este perfil llegan a la pantalla grande, un trabajo que desnuda parte de la erosionante vida que propone la industria musical, para aquellos elegidos que quieran ubicarse en el Olimpo del absoluto éxito mundial, aunque el costo resulte más elevado de lo imaginado. Algo que no es menor, es que conviene permanecer en la sala hasta que terminen los títulos, pues mientras estos aparecen, asoman sorpresas que los fans del músico valorarán muy entusiasmados. En Estados Unidos y Europa, más allá de no recibir el esperado respaldo del público a la hora de concurrir a las salas, lo curioso es que la banda de sonido de este largometraje ha tenido una muy buena venta en formato físico o en el consumo digital de plataformas, ratificando la vigencia del artista en este momento de su carrera. Aunque las críticas de la película por suerte han sido demoledoramente positivas y elogiosas, una fuerte parte del público que hoy consume temas en un celular, parece haber boicoteado una mejor convocatoria en las salas de cine, pero para aquellos que siguen amando la buena música, a este film hay que verlo varias veces antes del primer mes de exhibición y luego tenerlo en algún formato físico disponible para poder verla en casa todas las veces que nuestros corazones así lo reclamen, para ser muchísimo más felices con este mono tan querible en nuestras almas.
Fotos Film “Better Man” para la Distribuidora DF: Agencia Raquel Flotta 2025// Banda de sonido publicada por Sony Music Argentina.