“Quilmes Rock 2025” – Día 2 – Serú Girán – El Homenaje: Nos veremos otra vez

Pedro Aznar y David Lebón se reunieron para interpretar varias canciones del grupo que integraron entre los años 1978 y 1992, show con las presencias de Dante Spinetta, Trueno y Sandra Mihanovich, formato que podría repetirse con dos fechas en el Movistar Arena durante el próximo semestre.

 

(Capital Federal – Lunes 07 de Abril de 2025) Avatares del destino, ayer, cuando nos dirigíamos al amplio predio de Tecnópolis con mi editor, empezamos a bromear con la idea de pedirle desde el campo de juego cerca del vallado al músico Pedro Aznar que, rompiendo todo lo previsible del formato, tocara temas raros, oscuros, de la amplia discografía de Serú Girán, de esas canciones que ni por casualidad podrían  sonar en un listado para el “Quilmes Rock 2025”. A las 18:20, cuando el bajista y su colega David Lebón subieron al proscenio “Quilmes”, la primera canción que tocaron fue “Autos, Jets, Aviones, Barcos”. ¿Cómo empezó el set de «Serú Giran – El Homenaje» en la segunda jornada del festival? Sí, exactamente con ese tema del primer disco del grupo, que arranca con una poderosa batucada jazzera, que suena textualmente como si el bajista Jaco Pastorius (“Weather Report”) se hubiera radicado durante varios años a una posada en el sur de Brasil. No lo podíamos creer mientras ocurría, pero lo que se escuchaba era una buena señal.

Sin respiro y tras cartón, Pedro agarró la acústica y comenzaron a sonar los acordes de “Canción de Alicia en el país” (del tercer álbum de estudio “Bicicleta”), uno de los platos fuertes de la noche, mientras en la pantalla gigante del fondo se proyectaba aquella famosa foto del cuarteto rockero con las bocas encintadas de color blanco, simulando censura, tomada por el añejo retratista Rubén Andón en 1980 para un recordado poster de la revista “Pelo”, una lámina que supe tener colgada en mi pared en tiempo real. Una gran lágrima de sangre caía sobre la foto, remitiendo a aquellos “años de plomo” en la Argentina. El otrora cántico que sonaba en ese momento en los recitales de Serú Girán “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar!…” fue reemplazado ahora por consignas contrarias al gobierno actual que Pedro ocupado en su tarea dejó seguir, pero que David Lebón, pacifista in extremis, quiso extinguir de inmediato con un tímido “Ya está… ya pasó”, como no queriendo permitir que el foco de la gran reunión se desviara de la comunión musical a la que el público dio su respaldo. En este punto vale destacar cual es la lectura correcta que debe hacerse del show que pudo apreciarse este último domingo 6 de abril en el “Quilmes Rock 2025”, bajo el adecuado título de “Serú Girán – El Homenaje”. No fue un regreso como el ocurrido en diciembre de 1992, ni tampoco fue una reunión hecha y derecha. Charly García no estuvo ni va a estar y ese dato esencial ya es muchísimo. David Lebón sí estuvo, pero un poco alejado del nivel eximio como cantante y guitarrista que exhibía en los años dorados de la banda. Es totalmente lógico, pues hoy tiene más del doble de edad que en aquella gloriosa época, atravesando un largo y sinuoso camino, no exento de alguna que otra patinada como podría ocurrirle a cualquiera..

Pero David, por sobre todas las cosas, es un prócer absolutamente indiscutido del rock argentino. Dio todo en 55 años ininterrumpidos de escenarios sin pausa alguna, obvia excepción de la reciente pandemia . El violero no solo generó una sinergia incomparable con Charly García, lo que que derivó en la magnífica obra de los llamados “Beatles Argentinos” que hoy están revisitando, sino que además fue bajista del primer “Pappo´s Blues”, baterista del grupo “Color Humano” (reemplazado tiempo más tarde irónicamente por Oscar Moro), bajista de “Pescado Rabioso”, líder de “Polifemo” y dueño de una prolífica carrera solista que se vió revitalizada en los últimos años, a partir de la edición de “Lebón & Co” en 2019 por el sello Sony Music Argentina. Hay en el poderoso rock nacional una santa trilogía por encima del resto: Pappo, Spinetta y Charly. El “Ruso”, como lo llaman sus amigos y seres queridos, es el único artista que compartió bandas con los tres reyes del olimpo rockero. Fin de la discusión.

Hecha esta salvedad, vale preguntarse si a esta altura del partido le podemos reclamar algo a David. Si entró tarde en algún tema, si pifió algún falsete o si se le complicó con el Teleprompter donde aparecían las letras de los temas para apuntarlo. ¿Le pedimos hoy a McCartney que cante como en Wings o le bancamos su voz muy rota, como ocurrió el año pasado en los shows de River? Cada vez que viene Deep Purple, ¿alguien espera que el vocalista Ian Gillan replique sus agudos salvajes como en “Made in Japan” de 1972 o simplemente celebramos que siga estando allí compartiendo su arte? Creo que por ahí viene la mano, como dijera Miguel Grinberg. La idea de este show es celebrar el legado de Serú Girán y de eso se trató lo que pudo apreciarse ayer domingo en el “Quilmes Rock” versión 2025.

Absurdo sería entonces pretender que sonaran como esa maquinaria perfecta que eran en la época del Teatro Coliseo en diciembre de 1981. Eso no ocurrió en la reunión de River en 1992 y mucho menos podía haber acontecido ahora, a pesar de Pedro, para el que no pasan los años, se mantiene como un intérprete que sigue tocando y cantando en “Nivel Dios”. Aquél carilindo y muy melenudo enrulado de los ‘80s es simplemente un extraterrestre. Si “Serú Girán – El Homenaje” fuera un equipo de fútbol, naturalmente sería “Pedro + 10”. Este genial multi-instrumentista y cantante se cargó todo el proyecto a sus hombros, haciendo de Charly, de David por momentos y por supuesto de él mismo, además de asumir claramente la dirección musical de la banda en cada pista tocada, arquitectura interpretativa que completaron sobre escena Pedro Pascuale en guitarra, Leandro Bulacio y Federico Arreseygor en teclados (quedó claro que se necesitan dos personas para reemplazar a Charly) y el baterista Matías Sabagh, quien descolló reproduciendo en vivo el “sonido Moro” a la perfección.

El tercer tema del concierto fue “Frecuencia Modulada”, una gema de “La Grasa de las Capitales” (sello Music Hall – 1979) que estos intérpretes rescataron del olvido y cuya letra suena más actual que nunca: “Si en la música que escuchas ya no hay vida, si la letra ya no tiene inspiración, si aunque aumentes el volumen ya no hay fuerza, son los tiempos que están huecos de emoción”. En aquél momento hablaba de la “Disco Music”, género dominante en las analógicas FMs de la época, pero esta lírica testimonial bien aplica al Reggaetón, el Trap, Tini Stoessel y los demás sub-productos de este muy pobre presente musical que la sociedad atraviesa por estas muy desvalidas y escuálidas horas. Le siguieron dos composiciones al hilo del álbum “Serú ´92”: las canciones “Nos veremos otra vez”, una balada acústica cantada por David y “Si me das tu Amor”, de tono happy-pop a cargo de Pedro. El show en el predio de Villa Martelli en su totalidad fue hermoso, pero si hay algo que pueda ameritar críticas, es sin dudas el armado central del setlist. Todos sabemos que el álbum del regreso en los ’90s llamado “Serú ´92”, no estuvo a la altura de sus exquisitos antecedentes discográficos. Retrata de  un registro intrascendente, grabado en un momento bastante difícil de alguno de sus integrantes (¿Charly?). Partiendo de ese crucial punto, ¿tuvo sentido que cuatro de los doce tracks ejecutados ayer en VillaMartelli hayan sido de ese polémico disco? Es decir, exactamente un tercio del show planteado ayer al anochecer. Corresponde señalarlo, máxime cuando este proyecto especial dejó afuera canciones muy emblemáticas compuestas por Charly García como “Viernes 3AM”, “A los jóvenes de ayer”, “Desarma y sangra”, “Peperina” o “Cinema verité”. Es el único reproche que se les puede efectuar a este emotivo homenaje. Alguno también dirá “Pedro, copate para las fechas que vienen en el Movistar Arena en algunos meses (se estima que van a ser varias) y llená la lista con más universo García, por favor”.

Las cosas volvieron a su lugar con el clásico “Noche de Perros”, tema que Lebón sigue tocando como solista y quizás por eso fue uno de los que mejor sonaron en toda la noche, con ese grandioso solo final “alla Gilmour”, ejecución que transmite un clima asfixiante que va in crescendo todo el tiempo. Sencillamente una gloria absoluta. Promediaba el concierto y ni noticias de los invitados. Nada se adelantó al respecto, pero muchos creían que la presentación de anoche sería un desfile incesante de músicos ocupando el lugar de García, al estilo de lo ocurrido con Soda Stéreo con la extraña “Gira Gracias Totales” entre 2020 y 2022, pero evidentemente esa no era la idea. Pedro y David se repartieron las voces en “A Cada Hombre una Mujer”, del citado “Serú ´92”, pero cuando en la segunda parte del tema hizo su entrada la colosal cantante Sandra Mihanovich, poniendo cada nota y silencio en el lugar correcto, dotó de enorme emoción y garra a la canción, un tema que sonó con ella mucho mejor que en su versión original publicada por Sony Music hace 33 años.

La talentosa cantante que popularizó “Puerto Pollensa” en su momento fue injustamente discriminada por todo el espectro del rock de la época, sin excepciones. Si en 1982 decías que te gustaba Sandra Mihanovich, serías irremediablemente excomulgado del gran “ghetto rockero” y señalado severamente sin miramientos por todos los pasillos. Por eso fue notablemente valorable su inclusión. Además, Mihanovich, tal como Aznar, mantiene sus dotes canoras intactas a pesar del erosionante paso de las décadas. No es moneda corriente. Con “Esperando Nacer”, otra pieza del repertorio habitual de Lebón como solista, pudo escucharse el único tema perteneciente al álbum “Peperina” y con “Mundo agradable”, aquella balada bastardeada por el empresario Alejandro Romay para sonorizar su bizarro institucional de fin de año en Canal 9 durante 1992 (Millenials, por favor buscar en la plataforma YouTube), asomó la segunda estrella invitada de la noche: Dante Spinetta, el cincuenta por ciento de los “IKV” que apareció en el escenario presentado por el “Ruso” como “mi sobrino”, magnífico ejecutante que la descosió a cargo de los dos solos de guitarra, esos que hizo en su momento el “dividido” Ricardo Mollo durante 2019, para la exitosa reversión incluida en el multipremiado registro de estudio “Lebón & Co”.

El tramo final del espectáculo deparó las canciones “Cuanto tiempo más llevará” y “No llores por mí, Argentina” con Juanito Moro a cargo de la batería,  ocupando el lugar de su padre, confirmando que lo suyo no es mera portación de apellido, sino que el traje rítmico le calza sin dudas a la perfección. Al hijo del recordado baterista se lo pudo apreciar recientemente en Niceto Club, reemplazando a su papá en la excelente versión new millenium de “La Máquina de Hacer Pájaros” y ahora en este “Quilmes Rock” con Serú. Cartón lleno, e incluso en un momento muy logrado por las cámaras y el editor central, apareció el primogénito en los tambores ubicado en el medio de la pantalla gigante de fondo, con varias imágenes en sepia de Moro padre a sus laterales, lo que terminó resultando muy emotivo.

Después del volcánico solo de David en “No llores por mí Argentina”, del primer álbum en vivo del conjunto, la tercera sorpresa del concierto fue la inclusión del vocalista urbano “Trueno”, último invitado de la noche, rapeando allí un extenso texto que agradecía “la invitación”, rimando con que ellos son “los padres de nuestra generación”, para luego insertar una parte de su tema “Argentina”, mientras Pedro & Cía. bajaban un poco los decibeles, para luego terminar bien arriba. Luego de lo que encajaba como la lista formal, junto a la presentación de la banda y el saludo final a la audiencia, ocurrió la falsa retirada del proscenio a camarines, tras lo cual aconteció el momento más esperado por las 60 mil personas mirando al escenario “Quilmes”, minutos donde sonó uno de los más grandes himnos que posee el rock argentino, sino tal vez el mayor “Seminare”. El momento que se vivió en esos minutos a puro coro y celular, fue por demás emocionante. Pensemos que los miles de sub-20 presentes en Tecnópolis nunca vieron a Charly en vivo y que la gran mayoría de las 60.000 personas allí convocadas no habían nacido ni siquiera cuando Serú Girán volvió en 1992 para dar cuatro recitales en Córdoba, Rosario y Buenos Aires. Solo unos cuantos privilegiados testigos despeinando canas en clara minoría, habían visto al grupo en su mejor momento entre 1978 y 1982. De modo que ese instante de cierre en esa plataforma de comunión resultó mágico, único e irrepetible. La gente lo disfrutó muchísimo y la dupla Lebón-Aznar ni hablar. Seguramente nos veremos otra vez.

Fotos «Quilmes Rock 2025» : Diego Arnedo para Equipo Prensa PopArt Music (Mariela Custodio), TyT Group (Tuti Tutehim y Sebastián Viviano) y Prensa Diego Perri (Diego Perri)