Joaquín Sabina finalizó su magistral saga de shows despedida en Argentina. Un “adiós” que le dice “hola” a los maravillosos recuerdos imborrables

El notable artista nacido en Ubeda cerró anoche en el Movistar Arena un gran historial de recitales en el país que comenzó allá por 1986, espectáculo retrospectivo donde se mostró en buena forma y pleno a sus 76 años, luego de varios hechos que afectaron su salud.

 

(Capital Federal – Sábado 19 de Abril de 2025) Debe representar una poderosa tensión la circunstancia de concretar una gira despedida mundial de los escenarios, para quien los ha disfrutado con tanta pasión y felicidad a lo largo de los últimas cinco décadas, ostentando en cada noche su pasión por lo encarado y sudando sin especulación, hasta la última gota para que el público vuelva a casa totalmente extasiado por esa ofrenda en vivo. Joaquín Sabina, genial juglar nacido en Ubeda hace 76 años que conquistó el corazón de muchos argentinos a mediados de los ochenta con el mítico vinilo “JS y Viceversa en directo”, sin dudas debe haber transitado un momento incómodo y muy molesto segundos antes de las 21 horas, cuando desde la producción le indicaron que todo estaba listo para concretar allí en el Movistar Arena el último recital de su vida en Argentina, un lugar que no solo le dio doble ciudadanía de inmediato, sino que muchas veces fue su principal hogar cuando allá en España el fenómeno de los cantautores pareció vivir una etapa de crisis, ante la llegada de muchos vocalistas o grupos plastificados fruto de la ingeniería de marketing.

Inteligente y cauto por demás, Joaquín supo admitir la llegada del momento crucial para frenar definitivamente y no lastimarse todavía más con aquellas situaciones que atravesó antes de la pandemia, momentos donde su organismo no solo le ofrendó fuertes alarmas sino una serie de ultimatums corporales, corporizados en graves problemas neuronales,
cardíacos y óseos, sin olvidar que el 12 de febrero de 2020, a pocas semanas de comenzar la pandemia de covid-19, el cantautor español cayó del escenario del WiZink Center de Madrid casi dos metros al suelo, cuando presentaba junto a amigo y colega Joan Manuel Serrat la recordada tournée mundial “No hay dos sin tres”. A cinco años de aquella noche donde se pegó un palo de aquellos y volvió a comprometer su perímetro craneal, Joaquín supo que los recursos físicos no sobran y hay que hacer las cosas antes que la maquinaria corporal lo conmine a menos intensidad y más precaución. Por eso el año pasado en una decisión razonable, finalmente anunció la gira despedida de los proscenios mundiales que lleva el sencillo título de “Hola y Adiós”. Mejor irse como corresponde y no dar lástima o vergüenza ajena en el lugar artístico donde más ha disfrutado su adrenalínica vida.

Esta última gira que recorre países como Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, Chile, Perú, Uruguay y nuestra nación, tuvo su fase de cierre americano ayer en Buenos Aires, travesía por distintos escenarios que arrancó en febrero de este año y que lo encontrará el próximo miércoles 30 de noviembre a la noche en Madrid dando ese auténtico “ultimo concierto”, es una prueba de resistencia para alguien que sabe que esta gran oportunidad de concluir cinco décadas tocando en los tablados, merece una conclusión respetuosa para no pasar papelones o terminar en un estado de afectación casi cuadripléjica como su gran amigo Charly García por estos días. El lunes 24 de marzo el talentoso músico de España arrancó esta secuencia de diez presentaciones en Buenos Aires, convocando casi 130 mil asistentes durante estas semanas de conciertos porteños, un emotivo desenlace que anoche lo mostró en muy buen estado físico a pesar de una garganta que como es bien sabido, parece haber sufrido gárgaras de vidrio y enjuagues bucales con la sangre de “Alien, el octavo pasajero”.

Sabina, más allá de lo impulsivas que han sido sus conductas en el cruce de milenios, se muestra hoy muchísimo más precavido, lo cual sin dudas quedó expuesto ayer al cotejar la telemetría emocional de sus actos en lo que fue teóricamente su despedida del país, en medio de escuetos e incomprobables rumores que hablan de un recital masivo durante la primavera sudamericana, antes de la última noche en suelo madrileño bastante cerca de las fiestas de fin de año. Feliz y con entusiasmo moderado, pero sin sobreactuar la cautela de un proceso de diez recitales que también contiene ciertas conductas automatizadas con la finalidad de cerrar el último capítulo de una manera impecable, no permitió que haya lugar para que la secuencia de shows fuera un burocrático trámite oficinesco con bostezos o malhumor, ante la obvia rigurosidad de tener que tocar un repertorio predeterminado y no poder cambiarlo por ninguna razón. En ese sentido, el anfitrión mantiene controlado el seteo de situaciones, mientras por dentro mastica cierta melancolía por aquellas veladas en las que sus listas de temas volaba por los aires y el gran factor incierto se convertía en demoledor protagonista.

En un merecido gesto de justicia, Iván Noble corre con el valioso honor de abrirle cada concierto a su más admirado juglar europeo, figura local que sin dudas ameritaba por su amistoso y popular vínculo con el español ser el encargado de calentar motores antes del espectáculo principal. Con la simple compañía de un pianista y tocando guitarra solo en las circunstancias en que la canción lo requiere, el líder y fundador de Los Caballeros de la Quema reiteró un apropiado listado de canciones, ligadas naturalmente al espíritu que signa sus obras en linkeado emocional con la estrella admirada desde un vamos. Dejando en claro que es un cantautor prestigioso que sabe dosificar sus tonos o ronqueras rockeras para embellecer aquellas historias que tanta repercusión alcanzaron desde los 90’s, Noble arrancó con “Perdido por perdido” y antes que los aplausos lo abrigaran, llegaron firmes “Un minuto antes de quererte” y “Dame un motivo”, exhibiendo una sensibilidad acorde a ese espacio que amerita brindarse sin robar protagonismo a su añejo colega. Obviamente ante una situación así, nada más apropiado que cantar “Otro jueves cobarde”, esa pieza que ambos grabaron juntos cuando nacía esa amistad que se fortificó con el elocuente paso de las décadas. En el segundo bloque de ese mini-set, Iván despachó “Bienbenito”, “Olivia”, “Sapo de otro pozo”y “Avanti Morocha”, un tema que en versión acústica se despega fuerte del arreglo futbolero que creció en otros tiempos políticos y deportivos. Mostrando con elocuencia su intenso respeto por su par hispano, el talentoso artista argentino cerró cada noche con estricta puntualidad, dejando así todo listo para que los técnicos ajusten los detalles finales de la despedida que miles ayer vinieron a presenciar.

Joaquín es un inteligente pajarraco español que advirtió cuáles son aquellas canciones que no pueden faltar en una situación así, conminándolo a sostener sin titubeos un listado de 22 temas que, obviamente podría ser más extenso en su contenido, pero todos los estudios biométricos del gran protagonista en estas diez noches, desnudan que sería obligarlo sin necesidad alguna a un repertorio innecesariamente engorroso y desgastante. Igualmente los parámetros respiratorios son los necesariamente claros, para entender que el cantautor necesita al menos un par de breaks para llegar erguido y bien parado al crucial momento de cerrar cada función, destinada a cortar ahora su vínculo sobre las tablas con un público que querría tenerlo mucho más como imprescindible compañía. Cada velada la fiesta se pone en marcha con «Lágrimas de mármol” y “Lo niego todo”, pero sin dudas la tercera caución prevista es la que enlaza a fondos ese amor que une a la audiencia con el hombre que ha sabido ganarse el corazón de millones a lo largo de varias décadas.

Aunque se hable de discos más vendedores o canciones que supieron posicionar al artista en sus comienzos, está claro para los entendidos que el álbum que clavó la estaca fuerte en la construcción de una trayectoria sudamericana es “Mentiras Piadosas”. Por ello ni bien la banda arranca los primeros compases del tema que titula ese disco, la totalidad del público empieza a cantar de pie irrefrenablemente, una famosa grabación del año 1990 que Sabina se encargó de tocar en vivo casi completo un año más tarde en lo que fue su gran desembarco en el Estadio Luna Park, luego de conciertos en pubs y el Teatro Opera. Ese genial disco consolidó lo que el juglar hispano había sembrado antes y otro tema de ese álbum, tiempo más tarde reuniría al español con un conocido colega que por entonces ya tenía ganado un fuerte espacio en la escena musical porteña tras un exitoso arranque en Rosario. Muchos entenderán a quien nos estamos refiriendo con estas descripciones, pero esa canción pegó de tal forma en la audiencia argentina, que cada obra publicada después alcanzó otro interés de todos sus seguidores en el viejo milenio.

En esa catarata de hits que no tienen pausa cada noche en el Movistar Arena, pasan con su exacto impacto composiciones como “Ahora que…” y “19 días y 500 noches”, dejando la última un ambiente de contagiosa bulería entre los 13 mil asistentes. Antes de cantar esa maravillosa pieza mid-tempo “¿Quién me ha robado el mes de abril?”, Joaquín que supo agradecer en cada momento las ovaciones del público y ostentosos aplausos, decide con justa razón detener por unos pocos instantes la velocidad del adiós, para destacar allí en ese último concierto a dos personas que considera fundamentales en su consolidación al pisar suelo argentino. Primero menciona a Juan Carlos Baglietto, con quien desde esas primeras visitas estableció una relación inoxidable cargada de amor, admiración y gran afecto, artífice de muchos shows donde ambos se convidaron la compañía del otro para sentirse más protegidos y felices, dedicándole esas palabras a su colega que lo observó con emoción desde la platea central a pocos metros muy agradecido y emocionado por esa mención tan singular e inolvidable. Luego y pegado al agradecimiento al cantautor rosarino, Sabina mencionó al “Tano” Belfiore, que la mayoría desconoce, pero que para la industria es uno de los referentes más valiosos que ha tenido el mundo discográfico en el cruce de milenios. Encargado de la difusión de sus primeros discos para lo que era en ese momento el sello BMG, Vicente Belfiore es el otro destinatario de ese apartado fuera del protocolo prefijado para despedirse de los espectadores de esta nación.

Antes que el concierto ingrese a la mitad de recorrido, suena “Más de cien mentiras”, un tema donde el músico aprovecha para presentar al grupo que lo acompaña en esta amplia tournée como despedida de los grandes proscenios. Asoman así Jaime Asua Abasolo y Montenegro Borja en guitarras, algo que lleva a pensar matemáticamente dentro de esas conjeturas interpretativas, que para reemplazar al expulsado Pancho Varona, el líder del conjunto ha necesitado poner a dos personas para esa tarea. La base rítmica del baterista Pedro Barceló y el percusionista Josemi Sagaste aporta eficacia y regularidad, pero nada más que eso, entramado donde una mujer se lleva los vítores de potenciar un contexto de sostén bien armado y contundente. Esa mujer es nada menos que Laura Gómez Palma, una bellísima bajista argentina que a mediados de los ochentas se desdoblaba firme tocando las cuatro cuerdas en el primigenio arranque de “Man Ray”, mientras trabajaba todos los fines de semana como una de las dos “camareras top” que tuvo el local musical “Shams”, recordado pub de shows en la Avenida Lacroze, histórico sitio que por la crisis económica de la siguiente década se convirtió en restaurante chino, gimnasio y ahora en un gran chalet tapiado sin conocerse algo de lo que sucede en su interior. Esa mujer de vigoroso desempeño y una sensualidad sin par, sostiene la precisa arquitectura de fondo, con cada nota de esas cuatro cuerdas impactando por contundencia y ubicación.

Dos personajes se llevan las ovaciones del público. Por un lado el tecladista, violero y armoniquista Antonio García de Diego, único histórico sobreviviente de todas las bandas anteriores del español, que además obra como director orquestal del proyecto, mientras la mayoría de las ovaciones se las lleva Tamara Barros, corista que además de cantar como los dioses le aporta una escena a su participación tan hipnótica como seductora. Luego de ese tema que es un muestrario en vivo de sus socios, Sabina en una de esas programadas pausas para recomponer oxigeno, expulsar toxinas en el toilette y entonar su garganta con té y miel en temperatura apropiada, regresa luego que han sonado “Y si amanece por fin” con Barros en el protagónico vocal y “Pacto entre caballeros” con Asúa comandando esa partitura vocal. En la recta protocolar final se cae de maduro que temas pueden asomar y el anfitrión muy lejos de esculpir algún batacazo fuera de programa, prefiere encarar con resistencia y muy buena predisposición Llegan “Donde habita el olvido”, “Peces de ciudad”, “Una canción para la Magdalena” y “Por el boulevar de los sueños rotos”, donde el fantasma de la gran Chavela Vargas se cuela para emocionar más de lo esperado. Al borde de la despedida, la lista halla prefijadas cuatro piezas que se enlazan como duplas interpretativas. Primero con “Y sin embargo”, para minutos más tarde hacer lo propio con “Noches de boda – Y nos dieron las diez”, entendiendo el público que ahora sí más que nunca el “adiós” se hace más fuerte que el “hola” del comienzo. Las pantallas, bastante lejos de mostrar con sus cámaras lo que sucede en escena, aportan pinturas insípidas que no suman ni restan, muchas de ellas con tonos cromáticos propios de un wallpaper.

El saludo del grupo y su líder deja espacio para esa segunda pausa que el anfitrión tiene programada, hasta que llegan los bises de impacto profundo. Ganando unos minutos más en su retorno al escenario suena “La canción más hermosa del mundo”, entonada en ese bloque adicional por la aguerrida voz de Antonio García de Diego, aunque en los últimos
ocho compases, el dueño de la noche regresa a escena para cantarla con su contramaestre de manera muy sentida. Luego de “Tan joven y tan viejo”, un tema que si hubiese faltado en la lista nadie hubiese manifestado demasiado pesar, llega ese otro momento fuerte de la fiesta que es “Con la frente marchita”, ese mega-hit melancólico inspirado en Buenos Aires y Madrid, donde se nota el vínculo del español con el público argentino. Para dar la estocada final llegan “Contigo” y “Princesa”, canciones que la gente convirtió en clásicos del repertorio en vivo en el nuevo milenio, mientras el juglar hispano proponía diferentes proyectos, tramo del show donde la gente intuye que a ese “adiós” programado le restan muy pocos minutos. La gran fiesta está llegando a ese climax dramático donde el artista salude por última vez, si es que no hay alguna jugarreta que desconocemos.

Lo que más llama la atención en la última canción del listado, es que del lado izquierdo del escenario pero abajo en el sector interno, muy cercano a las primeras filas de la platea, comienzan muy rápido a agruparse cual hinchas, integrantes de la crew del artista como también mucha gente de la producción local. Desde los managers José Emilio Navarro y Cecilia Crespo, pasando por los productores locales Mario Arenas y Alberto Miguel, nadie quiere en ese cierre perderse los últimos instantes del español sobre un escenario argentino, minutos en los que pueden divisarse a referentes de la industria como Candela Booth, el propio Iván Noble, junto a su pareja y su manager Gustavo Martelo, amén de la manager de prensa Jimena Arce y otros integrantes del equipo de producción para que esas diez noches ayer hayan finalizado tan exitosamente como todos estos las soñaron en su momento. Con la producción local de “Arenas Producciones” y “Artes Group”, la decena de jornadas en el Movistar Arena cerraron anoche a última hora con éxito absoluto y un magnífico artista convencido de saberse retirar, antes que los escenarios y quienes asisten a ellos decidan esa determinación sin consultar al músico. El eterno juglar Joaquín Sabina sin dudas se mantendrá eternamente en todos los amantes de la canción con esas pulsiones verdaderas, legando un repertorio inoxidable que por suerte resiste todas las tropelías del actual marketing proveniente de la bochornosa Miami, localidad yanqui con un nefasto paladar podrido de cyberlatinos automatizados. Demostrando que su gran obra es una de las joyas del arte que sostendrá su vigencia indefinidamente, el muy querible cantante de Ubeda a sus 76 años saluda desde el escenario muy sonriente, sin permitirse ninguna lágrima, sabiendo que esta gran “travesura” en suelo porteño ha llegado después de muchísimas temporadas a su episodio más conmovedor. Lejos de la mirada masiva y ya permitiéndose en camarines que sus ojos brillosos den rienda suelta a esa emoción del adiós, Joaquín entiende que ha procedido en todas estas décadas con la jerarquía y calidad de un creativo musical tan brillante como encantador, creativo que ahora merecidamente disfrutará de otras cosas, entre ellas la tranquilidad del hogar y esas gratas reuniones con amigos y buen vino, tal vez escuchando su obra, esa que articula sentimientos de millones alrededor del mundo agradeciendo un aporte tan valioso como inolvidable.

Fotos Joaquín Sabina – Movistar Arena Viernes 18 de Abril de 2025 : Tute de la Croix y Guido Adler (equipo audiovisual para Jimena Arce Prensa). Prensa shows Joaquín Sabina en Argentina – Movistar Arena : (Jimena Arce Prensa 2025)